Por muy calvo que te quedes, por muchos pelos que hayas perdido, siempre quedan unos cuantos que además parecen estar desando crecer. No puedes perderlos todos ni queriendo. Algo así ocurre con las ilusiones. Vuelven a germinar poco a poco. En algunos casos con mayor fuerza, en otras con menos, pero ahí están otra vez, despuntando. En fin, sé que no es una imagen muy poética la de una alopecia rala, una cabellera deshilachada y esmirriada, y comprendo que, a largo plazo, todos estaremos completamente calvos… Pero eso será después de muertos.

He caminado solo por el campo entre una fila de castaños. He alargado el brazo para tocar las hojas de un arbusto. He seguido andando y, unos pocos árboles después, ya saltaba para tocar ramas cada vez más altas. Un perro grande ha venido corriendo hacia mí y en vez de morderme, me ha llenado el pantalón de babas mientras le acariciaba. Me encontraría juguetón al verme perseguir las hojas.

He sonreído…

Es verdad que encuentro más divertido hacer estupideces cuando tu desnudez y yo jugamos juntos, pero, aunque me faltes, siempre está tu recuerdo, acompañándome como testigo de mis tonterías. Testigo de parte, ayudando a mi defensa, soplando argumentos positivos al juez que tan duramente me critica.

He sonreído.

Resisten los cabellos, resisten las ilusiones y los recuerdos. Siempre quedan. Renacen, enseguida, como las ganas que te tengo. Quizás por eso.