CON LOS OJOS CERRADOS
Con los ojos cerrados, las sensaciones se acentúan hasta límites insospechados. Ahora mismo, una venda cubre mis ojos mientras me dejo llevar por la multitud de percepciones que llega a experimentar mi cuerpo y, sin más remedio, me abandono al placer.
Son tantos los estímulos que recibo que mi estado de excitación va in crescendo a cada segundo que transcurre. Puede incluso que sea más excitante la expectativa de adivinar qué lugar recibirá la próxima caricia, el próximo beso, la siguiente atención. Siento como si infinidad de manos me recorriesen, como si no estuviésemos los dos solos y las caricias que me prodigan procediesen de cientos de manos diferentes que abarcan todo al mismo tiempo.
Aún siento una sutil caricia en el empeine derecho cuando la misma mano que la realizaba está ahora deslizándose por mi cuello, otra por la parte baja de mi espalda y recibo con mimo un suave beso en el pezón derecho. Medio segundo después, puedo sentir tu cálido aliento recorrerme la nuca hasta llegar a juguetear con el lóbulo de mi oreja mientras una mano atrevida agarra con fuerza mi seno izquierdo y otra se desliza con cautela un poco más hacia el sur.
Siento frío en la oreja tras los húmedos besos que ahora la abandonan para trasladarse con premura a un punto muy concreto situado entre mis piernas. Y ahora sí, me estremezco, me abandono y crece dentro de mí el deseo de no querer volver a abrir los ojos nunca más…