Toda la tarde
tus pies desnudos vadearon el lago
hasta que a eso de las tres
decidiste calentarlos
y secarlos en mi sexo.
Mi monstruo bebió la frescura de los lotos,
el corazón del junco,
el jugo de la tierra. Tus plantas
se entibiaron de a poco
y ya no fueron animales ateridos,
guerreros de la tarde.
Aves extrañas y sin alas
confrontaron la suavidad y la blancura
con lo grotesco de mi monstruo.
Reclamaste mi semen
en tu empeine derecho
y mientras lo arrojaba
te inclinaste a frotarlo,
y a beberlo
y el orgasmo te sacudió el vientre
y tus ojos de loca
agrietaron la pared del oeste.
Casi desnudos
tallaremos la tarde
hasta trocarla en faro.
Cuando llegue la noche
tomaré tu cabeza,
te observaré a los ojos
y juntos estallaremos
el sol.
GOCHO VERSOLARI