Recuerdo tu olor,
el prendido de tu piel.
Recuerdo tu mirada,
era perdida de placer.
Yo siquiera podía apenas,
entender ese gemido
entre las sábanas mordidas.
Pero moría por darte
aquello que me pedías,
mi piel y mi sangre alborotada,
el precio de aquellos besos
de la marisma de tu saliva.
Enredado contigo jadeaba
cada llegada hasta tu cielo, o tu infierno,
daba igual…
Yo ardía en la humedad de tu carne,
que con cada mordisco
arrollaba mi instinto sumiso,
mis lejanos olvidos.
Ya no tenía sabanas para morder,
solo lujuria y vicio de tu lengua,
que rompía mi templo haciéndome temblar,
siendo tu juguete de veladas sin lunas.
Mis manos querían
todo el tesoro de ti,
ávidas y avaras
de tu razón de mujer,
de tu mojada caricia,
del canto de tus labios gozar.
Gritabas sintiéndome llegar,
la tensión de mi lanza
apretada en tu deseo,
avisa que es todo tuyo
prisionero de ti mujer…
FRAN RUBIO VARELA.© Septiembre 2018.