Sepultada
Todo sucedió en unos segundos. De estar sentada delante de mi ordenador, a encontrarme cubierta por un sinfín de escombros. No sé si llegué a perder el conocimiento, si fue así, no sé cuánto duró.
Intenté hablar, pero algo atenazaba mi garganta y no era más que el polvo que había debido tragar. Intenté toser, pero fue mucho peor, la sequedad hizo que mi faringe pareciera fuego.
No me podía mover apenas, al menos eso creía en ese momento. Intentando tranquilizarme, miré moviendo poco a poco mi cuello y me di cuenta de que había quedado sepultada entre varios muebles destrozados, pero qué entre ellos, habían creado una especie de burbuja que me daban de momento la posibilidad de poder respirar. Aunque no sabía, cuánto tiempo podría durar.
¿Dónde estaban mis compañeros? No se oía absolutamente nada. Ni ruido, ni gemidos, ni alarmas o ambulancias. Estaba aterrada. Así que tímidamente, empecé a pedir socorro y a preguntar si alguno de ellos se encontraba en mi misma situación. Nada, nadie me contestó. Necesitaba con urgencia beber agua. Pero… ¿De dónde? Mis ojos empezaron a nublarse y por un instante me permití el lujo de llorar. Después, decidí auto chequearme y me di cuenta que parecía que tan solo estaba magullada y no tenía nada roto.
No sé cuanto rato ha pasado, pero estoy segura de que me he dormido. Todo continua en silencio como antes. Ahora ya tengo claro que como no sea por mis medios no voy a sobrevivir. Igual muero en el intento, pero al menos, algo más haré que estar aquí tumbada. No puedo seguir aquí sin moverme e intentar salvarme.
Me he dado la vuelta ya que estaba boca arriba y reptando poco a poco he ido despejando el camino. En mi avance ha habido varios derrumbes, pero ninguno me ha alcanzado. Me he encontrado a dos de mis compañeros muertos, uno con una viga clavada en el pecho. También, pero esta vez para mi alivio, he topado con varios botellines de agua que han saciado mi sed y me han dado ánimos para continuar. Por fin me he situado, ahora sé por dónde está la escalera.
¡Ojalá hubiera muerto! ¿Quién me va a rescatar? ¿Existe alguien más que yo? Al traspasar lo que en su día fue la salida de la oficina no me he caído al vacío de milagro. Delante de mí se había abierto un abismo de profundidad insondable y de un tamaño tan enorme que se había engullido a la ciudad. Inexplicablemente, mi oficina seguía pendiente de un hilo. Tan solo con un balanceo caería por el agujero como todo lo demás.
Decidí esperar tres días con sus tres noches y nada oí ni nadie vino a mi rescate. Llorando, desesperada, balanceé mi cuerpo hacia el vacío y desaparecí como todos los demás.