Con frecuencia, conmigo te cruzabas,
vista fija, semblante indiferente;
para ti, mi presencia inexistente,
mis ojos anhelantes. No mirabas.
Quizás, por tu recato me ignorabas.
Quizás, porque llevabas en tu mente,
alguien que te llenaba plenamente,
pero nunca, con él te acompañabas.
Tu presencia marcó toda mi vida.
Mañana tras mañana, frente a mí,
como siempre, tan sola y distraída.
¡Y tantas veces, vi tristeza en ti!
¡Tantas veces, pensé alegrar tu vida!
Pero al mirarte, nunca me atreví.
© Gregorio Tienda Delgado.