A cada brazada, golpeaba con fuerza el agua creyendo que de esta manera podría aplastar el mal. Como a la mayoría, a él también lo habían preparado, desde pequeño, para estar alerta y repeler cualquier agresión externa. Reaccionamos y nos defendemos cuando sentimos un dolor físico y fácilmente identificable. Aunque pueda adoptar diferentes formas se espera que siempre sea ocasionado por alguien ajeno a tu propia existencia: un enemigo. Lo que él no podía esperar es que éste le viniera desde dentro, desde el interior de sus entrañas. Tan diminuto y con tanto poder de destrucción. No podía comprender como su propio cuerpo, al que tantas veces había visitado, le traicionara de ese modo. La amenaza nacía de su interior y pretendía una devastación total.
Recordó la historia de la humanidad y en cómo muchas grandes derrotas tienen su origen un una traición. Sólo se necesita a alguien dispuesto a desgarrar la existencia del prójimo para organizar una contienda fraternal y catastrófica. En ese caso no sirven las estrategias ni tácticas bélicas, hay que actuar de inmediato y casi sin pensar. No hay mucho tiempo para reaccionar y la respuesta tiene que ser contundente y desproporcionada si es necesario a pesar de los daños colaterales. Hay que atajar y extirpar al silencioso invasor sin contemplaciones antes de que llegue a ocupar por completo el castillo. Los daños serán difíciles de reparar y quedarán las marcas de tanta felonía, pero no hay otra salida para proteger la mayor parte de los bondadosos moradores.
La pesadilla se había propuesto quitarle horas a su descanso. La noche se estaba haciendo larguísima y no podía de dejar de pensar en el día que le esperaba por delante. Mientras daba vueltas en la cama, las tripas le rugían con fuerza: mantenían un monólogo persistente y ensordecedor. Eran como tambores de guerra que redoblaban sin descanso y que lo apremiaban a prepararse para la batalla más grande a que jamás se había enfrentado. En silencio, sin pestañear y con un solemne ritual se pertrechó con toda la fortaleza que tenía a su alcance, se pintó la cara como un saldado de élite y se dispuso para ganar la guerra. Por los auriculares sonaban las notas enérgicas de la canción Warriors, de Imagine Dragons.