Mi mujer estaba admirando la escalera en forma de caracol que se erguía a mitad de la sala como una serpiente enroscada mirando hacia el cielo — ¿Podría mostrarnos el resto de la casa?¬ — pregunté a la vendedora que nos miraba como preguntándose si tendríamos el dinero suficiente para adquirir semejante mansión digna de albergar a los Locos Adams, —Por supuesto— afirmó ella mientras se adentraba en una habitación, se detuvo en el marco de la puerta, volteo eh hizo un gesto de “Síganme” con la cabeza, tomé a Darlyn de la mano y nos adentramos en la penumbra de la siguiente habitación. —Esta es la cocina— anuncio la vendedora mientras ajustaba su apretado saco gris, un golpe seco retumbo en el suelo seguido del estruendo metálico de los sartenes que cayeron al suelo, Darlyn casi brinco del susto y se tomó de mi brazo — ¡UN GATO! — gritó asustada, el animal se levantó del suelo y de un solo brinco se subió al lavabo, camino elegantemente atreves de la estufa y se detuvo en el lavamanos, era muy largo y gris con manchones negros esparcidos por el cuerpo, tan escuálido que sus costillas se saltaban a cada paso que daba, sus orejas puntiagudas se levantaron y soltó un chillido violento mientras se le erizaba el pelo del lomo. —Él es Alinger— dijo la vendedora —Era de los antiguos dueños, hasta que… —Soltó un suspiro y miró hacia la pared que estaba a nuestra espalda —Usted sabe— gire la cabeza y ahogue un grito cuando vi las manchas de sangre esparcidas por el lugar —Fue una muerte violenta— añadió —Por ello bajamos el precio—. Darlyn me miro horrorizada y se sujetó de mi mano — ¿Quién los mato? — Pregunté a la mujer —Fui yo— dijo la voz ronca del animal entre maullidos y ronroneos, se lamia una de las patas como saboreando restos de comida.