Elena se topó con una foto que creía perdida. Ahí, en ese trozo de cartón plastificado se encontraba Iván. En la esquina de la imagen, una fecha: treinta y uno de octubre de dos mil…Esa fue la foto que le hizo el mismo día que desapareció. La que le proporcionó a la policía para facilitar su aparición, esa y otra instantánea vestido de calle, porque el retrato que estaba frente a ella, Iván iba disfrazado de el niño sin cabeza, un disfraz que ella misma le hizo, incluida la cabeza, que Elena hizo con cartón y que luego ella misma encoló y pintó. Elena recuerda que a Iván le encantó la cabeza que le hizo, y también en lo orgulloso que la llevaba colocada en su mano derecha. Esa imagen que tenía delante, fue la que le fue devuelta meses después, porque el caso quedaba cerrado.—Señora, hay cientos de desapariciones todos los días. En todos los lugares del mundo…—El informe de su hijo Iván queda concluido.

Un año más tarde, Elena observa a su hijo a través de la fotografía pudiendo ver a la perfección sus pequeños ojos claros a través de los agujeros que ella misma le cosió, en la parte delantera de la camiseta, para que pudiera ver a través de ellos. Ese fue el último día que Elena vio a su hijo. Lo despidió en el quicio de la puerta donde lo esperaban sus amigos para ir a buscar caramelos por el vecindario con el juego del: truco o trato. No volvió aquella noche, ni al otro día y mientras la policía hacía su trabajo, ella hacía lo mismo por todos los alrededores. No lo volvió a ver.

El timbre de la puerta la despertó de su ensimismamiento, pero Elena no se movió. El siguiente timbrazo fue más fuerte; como si el sonido empezara a cobrar vida propia.—Truco o trato—es lo que Elena pudo escuchar a la perfección. Con paso cansino y arrastrando los pies, llegó hasta la puerta. La abrió.

-Truco o trato.—escuchó nuevamente.

Elena metió una de sus manos en el bolsillo de su bata, de donde sacó un paquete de chicles para introducirlo ella misma, en la bolsa de aquellos chicos.

A punto estaba Elena de cerrar la puerta, cuando vio entre todos esos críos a uno disfrazado de el niño sin cabeza. Elena soltó un grito mudo, cuando vio que todos excepto el niño sin cabeza se marchaban corriendo, y este, se quedó frente a ella; mirando a Elena con sus ojos claros a través de la cabeza que llevaba colocada en su mano derecha.