El gran espejo de la sala reflejó su imagen mientras limpiaba.. Alicia sintió la necesidad de bailar. Buscó en la mochila sus zapatillas y se las calzó . El miedo a ser descubierta no pudo reprimir el deseo de girar y girar de puntillas por el parqué, mientras la música la transportaba a otro lugar, otro tiempo en que ella era libre, feliz. El vaquero y la camiseta se transformaron en un precioso vestido de seda. Las luces halógenas  en una gran lámpara de cristal que esparcía lágrimas de plata sobre el escenario. Alicia, extasiada vivía su ilusión con el rostro transfigurado por la emoción… !

-¡BASTA…!

La joven se detuvo al instante paralizada de terror lo que le hizo perder el equilibrio y caer sobre el suelo como una marioneta.

-¡Jamás volverás a pisar un escenario…!

La figura de una mujer enrabietada se dirigió hacia ella señalando con un dedo amenazante. Tras de sí, una joven petulante, repetía sus mismas palabras con el rostro enrojecido de furia.

Alicia volvió de repente a su triste realidad y gruesas lágrima corrieron por sus mejillas. Recordó que solo era la chica de la limpieza. Una gran bailarina lejos de su país en guerra y vigilada por su dueña que regentaba la escuela de música. Antigua amiga de su madre había confiado en ella cuando sus padres  desaparecieron, sin saber que estaba involucrada en el negocio de trata de blancas.

El avión de Roberto llegó con retraso. Su amigo le esperaba frente a la salida de pasajeros algo preocupado. Había visto a Alicia, la bailarina desaparecida, en la ciudad donde estaba exiliado y enseguida se lo comentó a Roberto. Él era el único que podría llevarla de vuelta a su país. Tras los saludos de rigor, comenzaron a trazar un plan para el rescate. Josele sabía donde estaba la joven gracias a una amiga tomaba clase de ballet en el salón Bonaier, y que la vio por casualidad. La reconoció por la foto que él tantas veces le había mostrado.

-Le haremos llegar un mensaje por mediación de tu amiga- dijo Roberto

-Quizás no sea tan fácil

-Solo para ponerla sobre-aviso. En cuanto lo reciba, actuaremos.

No tardaron demasiado tiempo en salvar la vigilancia a la que estaba sometida. La noche pactada previamente, en la ventana de la buhardilla, una débil luz de vela anunció que Alicia estaba preparada para escapar.

Lo demás fue sencillo ya que Roberto era una gran escalador. Sujetó un gancho del tejado cuando estuvo arriba, y por medio de un arnés deslizó a la joven hasta el suelo.

Los carteles de neón del teatro lucían parpadeantes un título y un nombre: “CENICIENTA”  ALICIA INSGRUD.

Nicol