“I took a heavenly ride through our silence
I knew the moment had arrived
For killing the past and coming back to life”.

Coming back to life – David Gilmour.

Yo, oruga moribunda e impaciente, urgía a aquel cuerpo que saltará, no quería seguir rodeada de la inmundicia que había en el fondo de aquel pozo en donde me encontraba, pero aquel cuerpo no se decidía pesé a mis constantes pedidos durante el día, en la noche e incluso en los sueños. Aquel cuerpo regido por un cerebro meticuloso seguía esperando el momento perfecto para la muerte, y fue eso lo que nos salvó finalmente. Nunca supe de dónde vino aquella luz que iluminó las paredes de aquel pozo en donde yo agonizaba. Fue una luz intensa, como si una supernova hubiera explotado, una luz brillante, trémula, que en algunos instantes era titilante. Una luz lo suficientemente fuerte para herir mis ojos acostumbrados a la oscuridad. Una luz lo suficientemente vital para obligarme a abrir los ojos y verla. Por primera vez pude ver con claridad todo lo que me rodeaba: las llagas de mi cuerpo, el fondo pestilente de aquel pozo, pero lo más significativo fue lo que logré ver a través de las paredes del pozo, porque aquellas paredes eran de tierra cristalina pero, a la vez, flexible. Detrás de aquellas paredes vi seres de ultratumba, maléficos, satánicos. Algunos me miraban con lujuria esperando mi muerte para que las paredes del pozo colapsaran y poder caer sobre mis restos. Otros eran más atrevidos y se acercaban a las paredes y estiraban sus brazos tratando de aprisionarme aprovechándose de la flexibilidad de aquella tierra cristalina. Aquella visión me asustó terriblemente ¿esto era lo que me esperaba si aquel cuerpo llegaba a saltar desde la pasarela? Subí la mirada por las paredes del pozo y vi que lo único que me rodeaba eran esos seres siniestros y la luz que se desvanecía o que regresaba con renovada vitalidad y entonces tuve una epifanía: debía salir de aquel pozo.