Hoy he llegado como una moto a trabajar. Estaba tan acoplada en mi asiento del autobús por la “movida” que estaba viviendo que, ¿quién era el guapo que se bajaba sin saber el desenlace? Total, a sabiendas que hoy desembarcaba “my box” en los madriles, he tenido que añadir chispa a mi vida rutinaria y me he permitido el lujo de llegar tarde, pero muy contenta porque he vivido una historia de amor prohibido. En el fondo mi jefe es comprensivo, cuando quiere, y sabía que, al contarle mi aventura en el autobús, lo entendería; no fue así.
¡Ojo! No soy cotilla, sólo curiosa y, además, si estás metida en un habitáculo sin escapatoria y te están casi chillando al oído, ¿qué vas a hacer? Poner la oreja…
Iba, de espaldas al escenario, leyendo la situación deprimente de los mercados cuando oigo un grito desgarrado “Amor mío, me he escapado. Ya voy a la estación”… El autobús entero se quedó mudo. Llegamos a una parada y nadie se movió… “Son unos criminales, lo pagarán caro. Nadie nos va a separar, cariño ¡Aguanta que ya llego!”… Otra parada, cada vez más hacinados. Subía gente y nadie bajaba… “No te tomes ni una pastilla más. La sociedad nos reconocerá” En este punto, los que íbamos de culo- perdón, quería decir de espaldas-volvimos la cabeza. Siempre hay un roto para un descosido, dice mi madre, tu media naranja. Ella era, era… poco agraciada, pero con unas ganas de comerse el mundo que daba gloria mirarla… “¿Me quieres? No te oigo, dime, ¿me quieres? Habla, no te escucho. Ya veo la estación”… Todos miramos a un lado y a otro, pero no había estación alguna; aquello comenzaba a oler a chamusquina. Hasta que una señora osó decir “Niña, ¿no te habrás equivocado de dirección?” La niña se volvió rabiosa y dijo “Señora, déjeme que termine de ensayar la escena. Me examino en media hora”… Se vació el autobús; nos bajamos todos frustrados porque el folletín fuera eso, folletín, y no realidad, pero satisfechos porque la jovencita se lo sabía muy bien. Sin duda aprobaría, y con nota.
Todos nos habíamos tragado la historia. Bueno, mi jefe no, pensó que era una bola la historia del autobús. Es tan prosaico, desteñido e incrédulo…
Jajajaja. Qué divertido. Lástima de ese jefe tan “estirao”.