En una plaza, la más bonita de la ciudad, llena de árboles, bancos y papeleras. Rodeada de edificios y calles que parecían ríos de coches. Allí, en unos sitios fijos, había cuadrillas de policías, observadores del movimiento que se notaba en la zona. Se acercaba la hora de la llegada de todos, al punto de encuentro.

 

La participación en las manifestaciones, reivindicando una causa justa, tenía importancia para aquella mujer, aunque ella, tenía la sensación de que en general, los políticos no actúan, sólo cuando les conviene.

 

Esta manifestación para nuestra amiga tenía un significado especial, porque era la primera que se hacía en su país contra la trata de personas, en cualquiera de sus formas.

 

Evelyn conocía de primera mano el testimonio de una mujer, aún joven, de como en un aeropuerto, gente sin alma, la raptó para la prostitución. Con valor y valentía, pudo salir de ese submundo. Con ayuda de Dios, a quien clamaba, y de personas que Él   envió para   su   liberación.  Con el tiempo, dedicó su vida   a   ayudar a otras mujeres que sufrían el infierno, que ella también vivió.

 

La ciudad de Evelyn había crecido mucho en poco tiempo, con personas de todos los sitios de la tierra. Esto no le preocupaba, si quienes venían era para ganarse la vida honradamente. Pero estaba claro que también habían llegado, bandas y mafias de todo tipo que estaban arruinando el país. La violencia y los robos se multiplicaban ante los impasibles políticos de turno, como si estas situaciones no fueran con ellos.

 

La manifestación comenzó, eran mujeres de todas las edades, vestidas de negro, formando una fila perfecta una tras otra. Marchaban con la cabeza alta, mirando al cielo, levantando plegarias pidiendo protección y liberación de los esclavos. Algunos hombres daban información a quienes la pedían y llevaban alguna pancarta.

 

¿Servirá de algo, se preguntaba Evelyn? ¿O tendremos que dar el siguiente paso?