Después de tantos años caigo en la cuenta de que todo lo sucedido fue una mentira. Quién lo diría, nadie lo hubiera imaginado, nunca. Parecíamos tan felices.
Nuestra historia fue una historia común, como tantos nos conocimos cuando estudiábamos, primero fuimos compañeros, después amigos, los mejores confidentes, las palabras no eran necesarias, éramos más que cómplices.
Cuando comenzamos a trabajar, tú me llevabas la delantera, por eso, cuando caballerosamente me cediste tu lugar en tu trabajo aduciendo que necesitabas unas vacaciones, yo caí rendida, no sólo eras el mejor amigo, la imagen viva de la nobleza. Lo supe ese día, pero no me lo descubrí a mí misma, sino muchos años después.
Después, una oportunidad en el mismo lugar de trabajo surgió, y tú jamás dudaste en que ese puesto lo debía ocupar yo. Así fue que además de amigos nos convertimos en un equipo de trabajo. El mejor equipo, en el cual mi alegría de vivir, mi don de gentes se acoplaba perfectamente con la paz que inspirabas tú. Cuantas veces mi carácter vivaz y arrebatado fue paliado por tu presencia, por tus actos, por tu compañía, eras mi freno, pero también mi acelerador.
El paso a la relación de pareja parecía lo más normal, así lo tomaron todos nuestros conocidos, nuestros amigos y enemigos. Las familias de ambos fueron felices cuando se concretó lo que para todos era evidente. Nos entendíamos tan bien.
Nuestra vida parecía una historia de amor con final feliz. Pero no fue así. Como Júpiter eras la paz, pero ésta se fue apagando con el paso de los años. Los hijos no llegaron. Mi forma de ser y actuar te parecía anodina. Mis triunfos laborales te afectaron demasiado. Cuando apareció esa mujer, tuviste en ella una escucha atenta, que creía de manera ciega los cuentos en los que hacías tuyas todas mis historias, que recibía de ti los mejores regalos que el dinero que mi trabajo había generado podían producir. Cimentaste tu nueva relación en mentiras, compraste el amor y así te dejaste engañar por una mujer, con menos edad que yo, pero enormemente más aventajada en el arte de engañar, incluso aún que tú.
Yo seguía ciega por ti, quizás no quería ver, por lo que esta situación se prolongó el tiempo suficiente para hacerte del dinero de ambos, sin que yo me diera cuenta, me engañaste una vez más, como lo hiciste siempre.
Fueron hechos aislados los que me fueron abriendo los ojos, la alegría de Venus que habitaba en mí se escapaba a los ojos de todos. Finalmente un alma caritativa, sin intención alguna de dañar, un amigo mutuo de años, preocupado por el cambio de mi alegría a una tristeza infinita, me lo dijo: Te negabas a alejarte de mí porque tenías miedo de que me suicidara, y él estaba preocupado de que en verdad esto fuera cierto, quería apoyarnos a ambos ya que eras tremendamente infeliz en una relación con una mujer que a decir de tus palabras: ¡Era peligrosa en extremo, por lo que todos nuestros amigos debían cuidarse, porque yo era una persona inteligentísima que tergiversaba todo, enferma, loca, y muchas cosas más. Lo cierto, es que las mentiras que habías ido acumulando habían enrollado la madeja de forma tal, que ya no podías sostener más tanta intriga y maldad.
Eso me hizo abrir los ojos: Reconocer lo que ya sabía, nuestra vida era una farsa creada por ti. Así que decidí alejarme, permitiendo al fin que te fueras con esa mujer perfecta, que lograba hacerte sentir el hombre más maravilloso del mundo, dándote la paz que yo te había quitado al ser mejor profesionista que tú.
No me suicidaría como lo habías asegurado, mi reto era volver a ser ese cascabel de alegría, que antaño fui. Volvería a ser Júpiter, volvería a ser fuerte. Y en la distancia me alegraría de volver a verte como Venus, lleno de paz y templanza. Rogaría por que el dinero fuera suficiente para que siguieras comprando ese amor que tanta paz te daba.
Ruego por que esto sea así. Tú: Venus, yo: Júpiter, nuevamente, al fin.