Era medianoche, el silencio solo era quebrantado por el tic, tac del viejo reloj.  Vivía la noche más oscura de su existencia; todas cosas por las cuales había luchado parecían tan intrascendentes. La incertidumbre y un vacío la desbordaban. El sino, la obligaba a mudar de piel, hizo una retrospectiva de su andar por este mundo. Debía haber algo más, las cosas no podían terminar así. Volvió a la realidad y observó que, detrás de la ventana el sol despuntaba con sus tonalidades rosadas y la vida se manifestaba con miles de sonidos. Había llegado el momento de volver a empezar. Se levantó, abrió la ventana y aspiro esa nueva oportunidad.