Abrió los ojos lentamente, le dolía todo el cuerpo. No sabía en dónde estaba. Miró a su alrededor, parecía una sala de un hospital porque vio a varias personas en cama a su alrededor. Cerró los ojos de nuevo, se sentía débil y fue adormeciéndose.

Había cerrado los ojos para evitar la arena de los médanos. Un instante antes, ella iba liderando el pelotón de muchachos que corrían por los médanos, eran sus hermanos y primos que le seguían. Subieron hasta el tope del médano y empezaron a bajar. Ella tropezó y cayó en la arena, una parte de los que iban detrás de ella también tropezaron, unos cayeron otros siguieron corriendo. Marvinia se estaba incorporando cuando su primo Perucho le cayó encima. Rodaron cuesta abajo. Ella quedó boca arriba. Perucho se incorporó y se le montó encima y empezó a manotearla en la cara mientras le decía “por tu culpa, por tu culpa” mientras reía. De repente sintió que el peso que tenía encima era mucho mayor. Abrió los ojos y la vio, era la misma guardia nacional que segundos antes la había tomado del pelo y la había tirado al pavimento. La vio, estaba sobre ella, vio como se iba quitando el casco ¿Qué iba a hacer? -Vio como en su rostro se dibujaba una sonrisa entre sádica y burlona-. “Esto es para que sigas de alzada”, subió el brazo en cuyo extremo estaba la mano con el casco y lo dejó caer sobre su pómulo. Marvinia cerró los ojos, su pómulo recibió un segundo golpe.

Sintió que sobre su pecho no había más presión que la del aire. Se fue incorporando, estaba llena de arena y Perucho le llevaba una buena ventaja. Fue en ese instante que sintió que su mano izquierda no le respondía bien. -Después vinieron los exámenes médicos, parece que podía ser algo congénito. El tiempo determinó que era una dolencia progresiva que afortunadamente estaba estancada-. No quería ser la última en llegar a la parte baja del médano y apretó el paso. Perucho, como siempre risueño y retador, miraba para atrás y le decía “¡A que no me alcanzas!”. Abrió los ojos con aquel recuerdo de los médanos. ¡A que no me alcanzas!, le gritaba Perucho… ¡Ah su querido primo Perucho tan bromista y dicharachero! Aunque ahora tenía el rostro más serio, la economía no estaba funcionando y llevaba meses haciendo malabares para llevar comida a su hogar. El caso de Marvinia era similar, tenía una hija que alimentar y era la que cuidaba a su madre. Era costurera y hacia sus propios diseños, de eso vivía, pero cada vez se le hacía más difícil vender sus prendas.

Recordó las manifestaciones de Abril cercanas a su casa. Llevaban al menos cuatro días. Había oído testimonios de los abusos de la guardia nacional. Algunos vecinos los habían visto. Ese día salió a la calle, se puso una especie de vestido negro largo con un corazón rosado en el pecho y unos legins azul claro. Nunca se había metido en cuestiones políticas y menos en protestas, pero ese día salió a la calle con su voz y su teléfono.

Un grupo de manifestantes avanzaba. La guardia nacional los esperaba al fondo. De repente arremetieron contra el grupo. Marvinia se dedicó a grabar el ataque de la guardia. Los manifestantes huyeron, pero ella, entretenida con la grabación del video, no lo hizo y quedó sola frente a la guardia. Uno de ellos le apuntó con su pistola y le invitó a que entregará su celular. El sueño la tironeaba hacia abajo, pero el ruido de las camillas y los apuros de los médicos no le permitían caer en él, aún así cerró los ojos tratando de tener algo de sosiego… el que llegara de último a la parte baja del médano perdía y tenía que pagar una penitencia, ella corría tratando de alcanzar a Perucho pero no lo logró, llegó de última… El guardia avanzó hacia ella y le quitó el teléfono, instantáneamente estuvo rodeada de guardias que la miraban como los zamuros miran a la carroña. El sueño la tironeaba cada vez más fuerte… vio como sus dos hermanos y ocho primos hacían un pasillo por donde debía pasar ella. Ella corrió lo más rápido que pudo pero se llevó unos buenos coscorrones de su grupo de juego… Sintió como la tironeaban hacia abajo pero esta vez desde el pelo… abrió los ojos y vio que la estaban arrastrando por el pavimento… Cerró los ojos de nuevo buscando la conexión hacia ese otro universo lleno de arena, de hermanos y de primos, de carreras y penitencias infantiles. Ese universo que estaban tratando de exterminar, pero que tozudamente seguía y seguirá persistiendo.