Dolía advertir los rostros de aquellos que hacían oídos sordos a mi melancolía.
Un canto a la vida, al amor;
a esas heridas abiertas que no cicatrizan.
Banda sonora de nuestro idilio,
de lo que creí momentos perdidos tras un ocaso de pasión.
Triste escenario sin música ni instrumentos;
solo mi voz llorando a pleno pulmón, a plena luz del día.
Entoné ante los que no escuchan;
y te vi, allí, entre esa gente sorda y aprecié, cómo solo tú entendías las notas de mi melodía.