―Los signos dobles sois unos privilegiados ―exclamó suspirando de envidia la letra Q―. Nunca estáis solos. Siempre os escriben de dos en dos.
―Eso lo dirás por los de interrogación y admiración, porque a nosotras, las comillas, nos hacen trabajar el doble, ya que nos golpean dos veces: para abrirnos y cerrarnos. En todo caso, privilegiada serías tú, que no compartes tecla y además, eres la primera de las letras.
―No estoy, de acuerdo. La mejor letra de todas es la A, que es la primera del alfabeto y también está situada en muy buen lugar. A mí siempre me sigue la U y eso me quita mucho protagonismo. Por no hablar de casi siempre me emplean en partículas auxiliares, casi nunca en palabras verdaderamente importantes.
―No os pongáis ahora ninguna de víctima, porque nosotros, los paréntesis, somos los peor parados de todo el teclado. Compartimos cada una de nuestras teclas no ya con otras letras, sino con números. A las comillas os ponen para resaltar alguna parte, pero a nosotros siempre nos utilizan para un inciso, lo que hace que nos sintamos completamente marginados.
De repente se hizo un elocuente silencio y los excluidos paréntesis se alargaron de manera casi imperceptible al esbozar una pequeña sonrisa de satisfacción, resarcidos de su soledad por aquella pequeña victoria dialéctica.