No permitáis, amigos, que el corazón se vaya:
vigiladlo de cerca, dormid poco.
Porque un día una piedra sin nombre
ocupa su lugar.
Una piedra pesada, muy pesada.
Te miras al espejo: no ves nadie;
te oyes hablar, y no eres tú el que habla.
Te hablan y no te das por aludido.
Te preguntas quién eres, y no sabes,
y ni aun su recuerdo te suscita
tristeza alguna,
o alegran tu mirada los geranios ni los innumerables
colores del crepúsculo, ni las muchachas nuevas.
No permitáis, amigos, que el corazón se vaya: vigiladlo de cerca,
dormid poco.
Porque es lo más valioso que tenemos,
y el más desleal amigo.