LA VACUNA

Caminé y llegué al ambulatorio, orio,
a exigir con rabia mi vacuna, una;
haciendo la pregunta oportuna, una,
en medio de un molesto jolgorio, orio.

La recepcionista regordeta, eta,
cara seria y poca simpatía, ía,
dijo no tocarme todavía, ía,
con voz clara, tajante, concreta, eta.

Marché cabizbajo, pensativo, ivo,
pidiendo a los santos y santas, antas,
que no vengas, virus agresivo, ivo.

Pues con tu malicia me espantas, antas,
y quiero un tiempo más seguir vivo, ivo;
y si entras en mí, me atragantas, antas.

© Gregorio Tienda Delgado.