Mi afirmación puede parecer lacónica y obvia pero es cierta, los hay. Los sonidos son hilos que están atando mi consciencia a la realidad. Mi mente huye rodando por la pendiente de una especie de indiferencia reactiva y los ruidos me despiertan, pero no me sobresaltan. Nada lo hace. Mi estado de ánimo es cada vez más inalterable. Como si no hubiera estímulos. Me pregunto cómo sería un ruido falso.. O oír falsamente los sonidos. Eso hago yo.
Algo no marcha. Debe de ser el efluvio de la tarima flotante, recién barnizada en mi casa. Me estoy alejando del mundo sin moverme. Sin drogarme. Dejando de estar. Pronto empezaré a flotar y a ser transparente. Y dejaré de oíros, tanto a los que me queréis un poco, si los hubiera, como a los que solo son un murmullo lejano. Las señales externas dejaran de impresionar mis sentidos. Dejaréis de existir. Cuánto lo siento por vosotros.
Soy una maquina de escribir que lleva mucho tiempo sin usar y quiero hablarte de mí.
Español, varón. Adolescente desde hace décadas. Mi educación no fue de letras pero mi pasión sí. Soy al mismo tiempo emprendedor y perezoso. Me gusta mucho hablar, pero hablo poco cuando hay poco que decir o que escuchar. Me encuentro muy bien tomando algo en cualquier terraza, tanto en compañía de buenos conversadores, como con algo para leer o para escribir. Disfruto con la polémica. Veo mejor de lejos que de cerca. Odio los detalles. Tengo una relación contradictoria con lo convencional que se refleja en todo lo que escribo. Mi firma, como mi vida, está hecha de trazos paralelos, es decir, que no convergen. Soy algunas veces demasiado cándido, otras desconfiado. Noto que puedo influir en la gente, pero no suelo aprovecharme de este poder. Al contrario de lo que ocurre en nuestro tiempo, no siento fascinación alguna por el mal, porque me parece terrenal y simple y dentro de mí hay un arzobispo sin religión ni fieles. Soy solitario y sufridor. Soy un ermitaño en la ciudad. Un audaz aventurero: un explorador ante un despacho. Tengo los pies grandes y los hombro pequeños. Soy el viento de bohemia que se mete en una celda. Sería el mejor de los amigos, si los tuviera, ya que exijo en los demás la madera del árbol que nunca existió. Aprecio la indulgencia y la compasión. Puedo estar ofuscado o lúcido, pero escribiendo me siento mejor. Escribir no es para mí ni un viaje al infinito ni a mi propio interior, sino al centro de la Tierra.
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Imaginativo!!!
Se percibe tristeza en el relato. Deberías cuidar de no barnizar los muebles dentro de casa. Para escuchar mejor otros sonidos, digo…
Por cierto, ¿volverá la columna de “el origen de las palabras”? Me encantaba esa sección.