Era la prima muy ocurrente y graciosa al hablar. Había nacido y crecido en época de escasez. Contaba historias con las cuales me atrapaba y me metía en las aventuras de su niñez y en los sacrificios de su juventud. Casó por poder y emigró para mejorar sus condiciones de vida. De su país de origen se llevó intacto su amor por el carnaval, era su debilidad y su felicidad, y en su nueva vida se encargó de darle cabida, en consecuencia, no había año que no acudiera a la avenida principal del pueblo donde vivía para ver el desfile. Claro que los carnavales de su país eran los mejores. Yo misma con mi madre y mis hermanos acudí en algunas ocasiones en fechas carnestolendas a su casa en visita familiar y por supuesto, no nos perdíamos lo que para ella era el gran desfile de carnaval de su ciudad.
En esa época yo me sentía muy lejana al jolgorio carnavalesco y lo transitaba, por decirlo de alguna manera, a través de las vivencias de los demás. Ella reía a carcajadas y no se marchaba hasta que el último ser humano disfrazado desfilaba por aquella avenida. La recuerdo aplaudiendo, riendo, alborotada y hasta nostálgica cuando los recuerdos se le agazapaban en la garganta y las lágrimas ahogaban sus risas.
Viene a mi memoria, ahora que cuento esta historia, una canción que dice que la vida es un carnaval y sucedió con mi prima que la muerte fue al carnaval.
Recuerdo que íbamos por aquella avenida rumbo al cementerio familiares y amigos formando el cortejo fúnebre, el ataúd en hombros de sus hijos y el coche fúnebre, contrastaba el negro funeral con el colorido ambiente de aquel martes de carnaval. La prima enfermó repentinamente los primeros de enero de aquel año y un mes le bastó a la leucemia para apagar su vida. Paradójicamente aquel día la muerte fue al carnaval y osó desfilar, prestándole a la prima su eterno disfraz. Debíamos transitar por aquella avenida, única vía posible de aquel pueblo para ir al cementerio, mientras que toda la parafernalia de la fiesta de la máscara y la purpurina se preparaba para comenzar su juerga.
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Gracias a ustedes.
Si, por supuesto, completare mi biografía.