–Lo recuerdo. Ese día hice el ridículo de muchas formas y en muchos niveles.
–¡No exageres! Solo llamaste la atención un poco.
–A veces… A veces quisiera poder retroceder el tiempo, ¿sabes? Tratar de componer ciertos aspectos de mi vida que particularmente me desagradan.
–Bueno, eso no tiene nada de extraño. Yo he pensado en ese tipo de cosas.
–Es que… hay cosas que no debieron haber pasado. Situaciones que nunca debieron de darse. Si pudiera evitarlas…
–¡No digas eso! No podemos cambiar nuestra historia. Hay que aprender a vivir nuestra vida tal y como es. Aunque a veces sea dura o dolorosa, también tiene buenos momentos, y no sabes exactamente qué desencadenó qué… Es como… ¡Es complicado de explicar!
–Querrás decir que te cuesta explicarlo, porque a mí no me cuesta nada entenderlo… Aunque tampoco me costaría explicarlo… Pero yo soy yo, y aunque algunas cosas se me dan muy bien o muy fácil sigo siendo aquel que quiere cambiar su pasado.
–¿Por qué tienes que ser tan cruel conmigo? No es necesario que dejes constancia de tu inteligencia.
–Nunca hablé de inteligencia, de hecho… Dudo mucho de mi propia inteligencia.
–¡Cómo sea! Aunque no hayas dicho que eres inteligente has dejado muy en claro que yo soy una boba.
–Solo dije que… En fin… Lo siento, si te sentiste ofendida es culpa mía, a veces no me doy cuenta de lo que digo o las palaras que uso.
–… Lo estás haciendo de nuevo.
–¡Mierda!… ¿Acaso soy tan disfuncional?
–No te preocupes, no es como si me hubiera ofendido, es solo que me sorprende lo poco sutil que puedes ser a veces.
–De verdad no es mi intención. Al parecer me he vuelto más insensible con los años.
–¡Bah!… Ni que fueras tan viejo…
–Es solo una frase, no significa que…
–¡Eso ya lo sé! Solo hacia una broma.
–Pues te recomiendo que no hagas bromas que hagan dudar de tu nivel intelectual porque pueden ser perjudiciales para tu imagen… En especial si me sacas en cara que presumo de mi inteligencia.
–Esa es la diferencia entre nosotros. Tú presumes de tu inteligencia pero yo me hago un poco la idiota, y así me resulta bien. No tengo preocupaciones, problemas y puedo llevarme bien con todo el mundo.
–Pues desde ese punto puedo darte la razón.
–¿Por qué?
–Pues yo no me siento muy conforme con mi particular personalidad.
–¡No exageres! Eres un chico muy interesante y agradable, solo… solo eres un poco difícil al principio.
–¿Por qué interesante antes de agradable?
–¿Ah? Pues no sé… Solo lo dije así… El orden de los factores…
–¿Eso quiere decir que primero te acercaste a mí porque era raro, no?
–¡¿Ah?!
–Puedo suponer que eso es lo que sucedió… Al principio te acercaste a mí por curiosidad, porque era extraño y esas cosas… Cuando te diste cuenta de que en realidad no era mal tipo pudiste desarrollar simpatía por mí… A lo que me refiero es que solo fue curiosidad, como quien asoma su ojo por un agujero para ver qué hay del otro lado…
–No te entiendo… Yo solo dije…
–Eso quiere decir que solo somos amigos por tu carácter curioso y carente de miedo… Pero, si lo piensas más detenidamente, no toda la gente es tan despreocupada ni curiosa como tú… Mientras que por otro lado yo siempre seré yo… Así he sido desde que tengo memoria… Mis posibilidades de encontrar a otra persona curiosa e irresponsable son muy pocas… Y dado que no eres una idiota, entonces no puedo pensar en la idiotez como un factor a mi favor… La idiotez tiene un lapso de atención muy corto…
–¡Oye, oye, oye! Estás exagerando. Las cosas no son tan simples, o mejor dicho, las cosas son más simples, solo que tú haces sonar lo complicado como simple y lo simple como imposible de comprobar…
–Aun en el caso de encontrarme con otra persona con esas características nada me asegura que esa persona llegue a la misma conclusión a la que llegaste tú. ¡Eso quiere decir que…!
–¡Hey! Espera un poco, ya ni entiendo lo que estás diciendo… Cuando te pones en piloto automático es muy difícil hablar contigo, mejor dicho escucharte, porque hablar contigo es imposible… ¡Me escuchas! ¡Tú!…
–¡Soy un idiota!
–¿Ah? ¿Qué? ¿Por qué?
–¿Por qué es que siempre puedo encontrar las consideraciones necesarias para emitir un juicio imparcial y descorazonado sobre la mayoría de las cosas. Encontrar sus motivaciones, sus secretos, el origen y explicación de sus asuntos y actos. Pero siempre me equivoco cuando trato de aplicar esa misma lógica en mí?
–¡Ay! ¡Dios mío! Pues porque eres tú mismo… Y tú mismo eres muy, muy raro… Ósea que no te aplicas la lógica correcta… o estás haciendo trampa…
–¿Ah? ¿Cómo has sabido eso?
–No sé… Creo que me lo dijiste a mí hace como dos semanas. Me pareció que aplicaba en este momento también… Ya sabes, diente por diente.
–¡Ja, ja, ja!… Te odio.
–¡Ya deja de decirme eso! Te lo he prohibido… Pero… ¿por qué dijiste que eres un idiota?
–¿Eso? ¡Ya me olvidé!
–¡No seas tramposo!
–Ok… Me olvidé de que a mí no me gusta la gente… Jajaja… Aunque existiera la posibilidad de que las personas se me acercaran, lo más probable es que yo huya de ellos… A mí no me gusta estar en contacto con muchas personas, solo con unas pocas, no podría vivir de otra manera.
–Ummm… Pensé que querías cambiar el pasado para poder ser diferente y conocer a más personas… Ya sabes, ser más sociable y esas cosas.
–Sigo pensando en cambiar el pasado.
–¿Si? ¿Qué cambiarías?
–Hace dos días me puse un pantalón que estaba muy flojo… Fue un martirio usarlo sin una correa…
–¿Qué?
–A los trece años quería comprar un caramelo con sabor a café, pero había cola en la tienda, así que me desanimé y me fui… Aún sigo pensando que ese caramelo me hubiera alegrado el camino a casa.
–…
–Cuando te conocí pensé que eras una idiota por acercarte tan descaradamente y preguntarme mi nombre… Me gustaría regresar y darme un golpe por prejuicioso.
–¡Eres idiota o qué!
–¿Por qué?
–Hablas de viajar en el tiempo, atentar contra las leyes del universo, hacer lo que probablemente toda la humanidad ha soñado por lo menos una vez en la vida ¡¿Todo eso para comprar un maldito caramelo?!
–Sí…
–¡Ay!… Pensé que querías cambiar algo importante, algo trascendental… No lo sé, un trauma de la niñez, la muerte de un ser querido, algún número de la lotería… ¡No lo sé!… ¡Qué desperdicio! Por eso no se te concederá la bendición de viajar en el tiempo… No eres digno, lo siento.
–Eres tonta…
–¿Ahora por qué?
–Si cambiara algo muy importante de mi existencia entonces sería muy probable que mi vida fuera diferente a la que vivo ahora o que simplemente ya no tenga donde regresar…
–No veo gran tragedia en eso, considerando que te ufanas de no conocer la felicidad…
–Primero… No me ufano. Segundo… Si mi vida cambia de esa forma yo no sería yo o mi vida no sería mi vida. No estoy dispuesto a permitir eso. Además…
–¿Además?…
–Tal vez no me encuentre aquí en estos momentos si hago ese tipo de cambios en mi vida.
–¿Aquí conmigo o aquí en este lugar?
–No diré más…
–¡¿Qué?! ¡Tienes que decirme!
–No. Acabo de tener una epifanía, mis comentarios no son confiables ahora. Cree lo que desees, acertarás.
–Ummm… Ya veo… Pues entonces estoy de acuerdo contigo. Lo mejor será no hacer viajes en el tiempo.
–… por ahora.
–Por ahora.