Estación Nuevo Circo.
H. Silva -. Febrero 2020.
El tren se desplaza con una velocidad descaradamente lenta, la mayoría dormita y se oyen algunas voces de unos jóvenes universitarios, que comentan sus hazañas para aprobar un examen recientemente presentado y se hacen burlas entre ellos. El calor que inunda el espacio atestado de gente, además de agobiar, repugna. Por momentos, nada parece perturbar el descanso de los pasajeros, silencio total y luego, risas nuevamente y acusaciones de Don Juanes entre ellos. De la nada surge una voz chillona, disonante y malgastada, ofreciendo las golosinas del momento, al precio de oferta en moneda extranjera y al cambio de día. Algunos lanzan miradas de desaprobación del mercado negro que se ha instalado y apoderado de los vagones del tren, otros cruzan miradas entre ellos y hasta comentan en voz baja lo molesto de la situación y hacen comparaciones con el buen servicio que prestaba “El Metro” años atrás, antes de que cayera la plaga y se adueñara de la entrañas del país, comenta un osado ciudadano, dirigiendo su mirada en varias direcciones, como esperando que alguien lo secunde o lo más probable, lo insulte.
Silencio nuevamente y el tren arriba a la estación. Repentinamente, mi vecina de viaje, una doña setentona, sentada a mi lado, despierta sobresaltada y pregunta:-¿En qué estación estamos?– Todos al unísono, casi que a coro, responden, -Capuchinos!-… -Ah, todavía me falta- acota la doña y vuelve a tomar posición de descanso, abandonándose en el asiento. A los pocos minutos, el tren arranca con su paso desacelerado y nuevamente la doña despierta, sobresaltada, solicita que la llamen cuando el tren llegue a la Estación “Nuevo Circo”. Se oyen risas y los murmullos arrecian, aparecen nuevas caras en mi visor. Pasamos una estación, dos estaciones, se bajan unos, se suben otros. El rostro de los que se suben tiene la misma expresión de los que se bajan, pareciera que todos los usuarios hubieran sido entrenados para mostrar el mismo lenguaje gestual, en las horas picos del metro, pero todos vamos con caras desencajadas y llenas de angustia por saber si se podrá completar el viaje, esta vez.
Casi 20 minutos más tarde, el tren se detiene en la estación terminal “Zona Rental” y de nuevo, el sobresalto y la misma pregunta: – ¿En que estación estamos? -Algunos responden:-Zona Rental.- Un tanto malhumorada la señora reclama que ella había solicitado que la despertaran en “Teatros”, alguien responde tímidamente, – Lo siento señora, lo olvidamos, ¡Es que todos estamos cansados!- Ella con un tono de voz aún más grave, (por lo menos así me sonó), como reteniendo la respiración, remata – ¡Yo, más que ustedes, vengo de enterrar a mi marido!