Me colé por la ventana, le dejé un ramo de rosas rojas sobre su cama, y la tarjeta con mis iniciales. Bajé las escaleras y desde atrás de un árbol me quedé contemplando su sonrisa, al tomar en sus manos el regalo, leyó mi dedicatoria y llevó una de las flores a sus narinas. La vi emocionarse. Tomó su teléfono y me escribió:

“¡Hola desconocido, muchas gracias por el detalle, son hermosas!
¡Entra que hace frío y celebremos nuestro aniversario como se debe!”