Estoy acostumbrándome a vivir.

Después de casi tres años, estoy acostumbrándome a seguir adelante sin un mensaje de buenos días, largas charlas y las buenas noches. Sin escuchar el timbre de tu voz y ver mí reflejo en tus ojos castaños.

La soledad no es pasajera, no es una estación más del año o un día del calendario. Se torna insoportable sobre todo por las noches sin estrellas, invade el pensamiento y estremece el alma hasta el punto de las lágrimas.

Alguien me dijo que el tiempo cura las heridas y que pasa rápidamente, sin embargo, nada cura el frío de la ausencia y el tiempo, el tiempo pasa más lento que de costumbre. Elevo la vista hacia el cielo buscando un poco de consuelo. ¿Sabes? Mi abuela decía; cuando la tristeza te invada, levanta la vista al cielo, ahí está Dios.

Sí, solo la fe me hace un poco soportable el ya no tenerte a mi lado. Hoy, por ejemplo, que desperté con la idea de decirte cuán hermoso quedó el jardín delantero, el rosal de castilla floreció y han venido colibríes a visitarlo, escuché tu canción entre sueños y quise decírtelo. Por respuesta solo obtuve silencio.

Pasó el otoño, pasó el invierno. Ahora, a punto de llegar la primavera y el frío permanece. La música que antes llenaba mis días, hoy lastima cada célula de mi cuerpo. La costumbre no es lo mío, no es algo bueno.

Camino por las calles que solíamos recorrer y un dolor agudo se apodera mi pecho, trago las lágrimas que amenazan con desbordarse- ¡Odio estar sin ti! ¡Detesto que la música me duela! ¡Odio tu ausencia!- casi tres años de tu partida y tu aroma sigue impregnado en mi piel.

Veo pasar la vida en cámara lenta, ausente de mi misma, las sonrisas son tan pocas que cada una vale oro. Desde tu partida los amigos se alejaron, algunos repentinamente, otros poco a poco. Abrazo con amor cada recuerdo tuyo, cada caricia y cada beso, el atardecer cuando por última vez te dije “te quiero”
La vida pesa y pesa más acostumbrarse caminar por este sendero.

Me han dicho hasta el cansancio que dé tiempo al tiempo, que todo pasará y que la vida nuevamente estará a mi favor. Que llegará alguien más, que ningún dolor es para siempre. Pero no saben que esa palabra desapareció de mi diccionario hace casi tres años, tú siempre me decías: “Te querré por siempre “Y por siempre duró solo un momento que se volvió eterno.

Siempre es tan solo un instante, un suspiro que termina con la vida, con la alegría y el brillo de la mirada. Supongo que ahora me toca retomar el hilo de la vida de otra forma, hilvanar lo que se pueda en esta figura que anhela cada mañana besar tus labios a pesar de no ser más.

Mis labios recuerdan el sabor de tus labios y el último beso, aún siento el tacto de nuestras manos entrelazadas. Disfruto caer rendida durante la noche porque en el sueño te puedo besar, quizás es la manera en que el universo nos reúne un segundo. Quizás es el inconsciente que no puede con la idea de perderte para siempre. Sea como sea, trae consigo un momento de felicidad tangible.

Más que costumbre, eres el amor que me acompañará hasta el final…Mientras tanto que esto y que lo otro… ¡Salud amor mío! Espérame en el punto donde inicia la eternidad.