Perdido. Y desde todas partes, las cosas se agolpan en torno a él. Ya no hay sitio en el instante donde, tan intensamente, él quiere un lugar. Pero, ¿en verdad lo quiere?

Y algo, alguien se agolpa desde el centro mismo de las cosas. Ya no hay más espacio entre él y la menor cosa. Familiar, no obstante, esta impresión de un empuje que se ejerce sobre él desde adentro de todo.

Ya, ayer, ¡cuántos caminos demasiado abruptos hacia el punto de fuga, en la tinta desparramada de las nubes! ¡Cuántas palabras que venían no sabía desde dónde, entre las palabras! ¡Cuántos juguetes que de un solo golpe ya no eran más el pequeño tablero o los álbumes abiertos llenos de imágenes sino la madera desgastada por el borde, la fibra que el color agujerea!

Desde lejos, le decían: Ven, y él no oía más que aquella salpicadura de sonido que se desparramaba sobre las baldosas. Aquella salpicadura que golpeaba las paredes y rebotaba en su cabeza. Aquella salpicadura que lo acorralaba. Aquella salpicadura asfixiante.