Te busco al borde del vacío
como equilibrista inconsciente,
con un vértigo soterrado y frío
voy tras tus pasos inminentes.
Al filo de la madrugada doliente,
el sueño fatigado por demora
reclama tu presencia sin tenerte…
Y el hastío adueñado de las horas.
¿Qué latido sorprenderá a la muerte
de un corazón prisionero de la aurora?
El rayo que sacude el subconsciente.
El deseo sin sosiego que te añora,
la lluvia que abunda mis corrientes
O el canto de esta letra que te implora.
Más allá de los umbrales de la muerte
hay un eco que retumba en el vacío,
deambula en el espacio que era mío
condenado a soledades sin saberte.
Reclama tu presencia omnipresente
la ausencia que se crece con el frío,
trae un aire espeso, denso de hastío.
Y al tacto de mis labios indecentes
se descuelga el deseo por tu vientre
y llueven estrellas dolientes, como ríos.
Todo el frío se anida en mis huesos
y la luna sangra su huella creciente,
si ya no tengo la luz de tus besos
vago solo entre cardos ardientes.
Va la luna a bañarse en el río.
Y se arrebuja entre sus brazos.
Puebla muda los rincones baldíos
una voz que se crece en pedazos.
Hace mella en los restos del ambiente
como duda entre tiempos sombríos.
Un bozal que me calla, si presiente
los pasos de la sombra con su hastío.
Las paredes cuentan sus historias
escritas por zafios indecentes,
es la huella que vulnera la memoria
y se propaga entre gritos penitentes.
Duele la pena que no tiene gloria,
la que vive en el oscuro bajo puente.
¿Quién pudiera quitarnos la escoria
y el lastre del dolor y sus parientes?.