Este canto rodado
que desciende por mi pecho,
se atraganta en mi garganta
y requiere de barbecho.
Este verso en alucine
que te implora sin recelo,
quiere, qué tú lo ilumines
y lo cubras con tu cuerpo.
Que hagas tuyas sus palabras
que lo escondas en tu lecho.
Y después de la batalla
que te quedes en su acento.
Que ya no importe nada
si me bastas de consuelo.
Y si rueda por tu espalda
hasta donde empieza el cielo.
Que te montes en sus alas
y te escapes en silencio.
Porque ya no habrá palabras
que se llenen sin tu aliento.
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