Llénate de lejanías, y cuando estés verdaderamente lejos, evoca un recuerdo que te encienda el fuego.
Sabiendo que habitas una tierra que no es la tuya, pero que tiene en el subsuelo los mismos ayees de épocas pasadas y diferentes sueños y dueños de las huellas de sus caminos, consciente de saber que donde plantas la tuya, el rastrojo sólo requiere una incipiente chispa para erigirse en fuego.
No hay exilio, sólo ausencias voluntarias y sin dolo.
No hay olvido ni abandono.
Evidencias de la nostalgia por lo remoto.
Descubre que la mirada busca nuevos horizontes, a pesar de las anclas que le impone la memoria y que el corazón tiene un descompasado ritmo de asombro, si alguna ráfaga de primavera reclama juventudes que te devuelvan el vigor emocional y la celebración de los sentidos, no reniegues de tu cuerpo, celebra que sigues vivo.
Que las razones para poner distancia no son deseos de olvidar el pasado, sino camino para recibir el futuro, aunque haya siempre una baldosa que quizá reniegue de tu huella, habrá alguien que tal vez reclame el tacto de tus manos.
Porque en lo aprendido y en la distancia todo se ve más claro, y los otoños apacibles y sin rencores, dan paso a inviernos sin la crudeza del olvido.