Me gusta la mansa coreografía del fuego,
las noches contigo amor. Y en la chimenea
se despliega el calor con que te envuelvo,
una copa de vino contribuye a la marea,
el deseo crepita como la resina y la brea.
Y crece entre los dos un vago sueño,
viene con olas y alas, a nuestro encuentro
un acicate de luz serio, para que crea.
¿Es la vida o es el fuego que campea?
Es mi pecho con verbena en su epicentro.

Es el alma que en tu vuelo se recrea,
son latidos que crecen en su intento,
voces vagas que vienen con el viento
a instalarse en lo parco de mi idea.
Yo te quiero amor para que seas
el suelo donde crece lo que siembro.
Un jardín que florece sin espineros
y puebla el desierto de mis penas,
con tardes rojas y besos de cena.
Y el fuego que campea si te tiento.

Ahora que tengo tu piel por alimento
y descuelgo del cielo las estrellas,
ruedan en tu pecho miles de ellas
entre lunas que crecen por mis besos.
Duermo con un verso bandolero
que despierta resuelto y sin querellas,
entre tanto escombro deja huellas
porque habita tu piel sin miramientos.
Ya no quedan gemidos, sólo alientos
para el fuego erguido en tu marea.