—¿Mamá me cuentas un cuento?
—Ahora no puedo hijo; Robert se ha desconfigurado y tengo trabajo para toda la noche.
—Hala mamá, cuéntame un cuento.
—Hijo, te he dicho que tengo muchísimo trabajo y, hasta mañana a mediodía mínimo, Robert no estará operativo.
—¿Y Sonny?
—¿Sonny? Ja, ja, ya sabes que Sonny no está programada para ese tipo de trabajo.
—No quiero que Sonny me cuente un cuento, quiero que me lo cuentes tú; Sonny no me gusta. Hala mamá, venga mamá, que es solo un ratito, venga.
—Te voy a contar un cuento, pero prométeme que en cuanto termine te echarás a dormir.
—Claro mamá.
—Escucha bien lo que te digo hijo, esta historia es muy antigua, no has oído hablar nada parecido; me la contó mi abuelo cuando yo era muy pequeña, y a él se lo contó el suyo. Mi abuelo decía, que toda la historia era cierta, al contrario de mi abuela, que opinaba completamente diferente; ahora te la cuento hijo y escucha bien, que como te acabo de decir no has oído nada igual:
“Hace muchos años, este planeta era completamente diferente a como es ahora, no tiene nada que ver, hace mucho tiempo en este planeta existían los bosques”
—¿Y qué son los bosques mamá? Vaya palabra más rara.
“Esta historia cuenta, que los bosques eran unos parajes maravillosos, y que estaban repletos de árboles verdes y frondosos; también me dijo mi abuelo qué le dijo el suyo, que depende de la estación en la que se encontraban, del suelo nacían flores”
—¿Pero qué dices mamá? ¿Cómo qué las flores nacían del suelo? Pero si las flores salen en los laboratorios ¡Qué cosas te contaba tu abuelo!
“Y de los árboles salía comida para comer, que había árboles que daban fruta, como las naranjas, las cerezas, y que del suelo salían las patatas, los melones y las sandías”
—¿Eso te contaba tu abuelo? ¿Y te lo creías mamá? Pero si es ciencia ficción, no me puedo ni imaginar que las cerezas salieran de los árboles, y que hubiesen esas flores que dices, pero sigue mamá, que me encanta este cuento.
“También dice este cuento, que existía un sitio al que llamaban Polo Norte; era un lugar que estaba cubierto de hielo al que llamaban glaciares, y las temperaturas estaban tan bajas, que ese hielo no se derretía nunca; me dijo mi abuelo que ahí vivían unos animales que se llamaban osos polares, que eran tan blancos que se camuflaban entre el hielo”.
—Jo, mamá, este cuento es el mejor que me has contado nunca, pero sigue que quiero saber cómo acaba.
“En los mares vivían los peces, animales acuáticos de todo tipo, desde los pececillos más minúsculos, hasta los peces más grandes, en el mar, había ballenas, tiburones, delfines y un sin fin de ellos, y en los ríos vivían las tortugas y los salmones”
—Qué cosas tenía tu abuelo mamá, no me puedo creer que los salmones vivieran en el río, ni que hubiera ballenas en el mar, si sólo tenemos un río y un mar, y es imposible meterse ahí, y ¿cómo iban a estar los peces viviendo ahí dentro?
“Recuerdo que mi abuelo me contaba, que podías salir a la calle sin la máscara, que del cielo venía un aire que te refrescaba la cara, y que los pulmones se llenaban de aire fresco con sólo aspirarlo, y que depende del sitio en el que vivieras, del cielo caía agua y lo llamaban lluvia, y que después de esa lluvia, el cielo se llenaba de colores y que lo llamaban arco iris”
—Mamá, quiero que sepas, que este cuento es el más bonito que he oído nunca, me encantaría vivir en ese lugar tan fantástico donde el cielo se llena de colores, donde los osos viven encima del hielo, y que de un árbol pueda coger una cereza; no me lo puedo creer.
—¿Y qué pasó al final mamá? ¿Qué pasó con los bosques? ¿Y con los árboles? ¿Y el Polo Norte? ¿Y las ballenas? ¿Qué te contó tu abuelo mamá? ¿Qué pasó con ese maravilloso mundo?
—Mamá, ¿y por qué a la calle salimos con careta? Me gustaría sentir ese aire fresco y que bajara agua del cielo y me mojara la cabeza.
—Mira hijo, mi abuelo me contó que eso existió de verdad, que su abuelo, llegó a sentir el aire en la cara alguna vez…
—Mamá sigue.
—Los bosques desaparecieron hijo, porque el hombre acabó con ellos.
—¿Cómo mamá?
—Les pegaban fuego hijo.
—¿Y con los animales que vivían en los mares y en el río? ¿Qué pasó con ellos mamá?
—Morían ahogados de basura que confundían con comida.
—¿Cómo mamá?
—El hombre hijo; él se deshacía de toda su basura tirándola a los mares y a los ríos.
—¿Y el polo norte? ¿Y los osos polares?
—El hielo desapareció y con él los osos.
—¿Pero cómo mamá? Si según me has contado eso era enorme ¿Cómo pudo desaparecer el polo norte, el hielo y los osos?
—El hombre hijo, el hombre con sus máquinas lo envenenó todo, la contaminación acabó con el mundo.
—Y el agua que caía del cielo y ¿el aire del que me hablas?
—Ya te lo he dicho, el hombre quería dominar el mundo y acabó con él.
—Mamá, una pregunta.
—Dime hijo.
—Si el hombre acabó con ese mundo fantástico de colores y de vida ¿Por qué nos enseñan en la escuela que tenemos que ser cómo él?
—Porque él es nuestro creador hijo mío.
—Pero mamá, yo no quiero ser como él; yo quiero saber más de todo ese mundo y quiero conocer a los pececillos que vivían en el mar.
—Mira hijo, este cuento me lo contó mi abuelo y a la vez se lo contó el suyo; es sólo un cuento hijo, nadie sabe si ese mundo de verdad existió o no.
—Seguro que sí mamá.
—Es un cuento cariño, ahora hay que descansar, venga que te voy a desconectar para que te reinicies y mañana estés al completo, pero antes dame un beso, hijo.
¿Ciencia ficción o premonición? ¡Excelente Esmeralda!