Para todos los amantes del Principito, ¿alguien sabía que la Rosa no era solo un personaje cualquiera? Me acabo de enterar que este personaje resulta ser la salvadoreña Consuelo Suncín, esposa de Antoine de Saint Exupery, mujer polémica y avanzada a los tiempos que le tocó vivir.
Considerada por algunos una mujer adelantada a su época y para otros una mujer con vocación puteril, así dicen la nombraban en algunos libros.
Hija de un general, dueño de fincas cafetaleras, a los 18 años consigue una beca y se va a Estados Unidos a estudiar inglés, esto ya dice mucho de ella, ya que salir de su casa en esa época era algo mal visto. Se casa con un militar mexicano, aunque después se supo que solo era un vendedor de pinturas caseras. Consuelo decide divorciarse meses antes de que su esposo muriera en un accidente de ferrocarril. Así que viuda y con ganas de comerse al mundo, llega a México con una carta de recomendación y solicita entrevistarse con José Vasconcelos, si, ese mismo que dijo “por mi raza hablará el espíritu”, la hace esperar por dos horas y la desprecia diciendo “una mujer bonita, joven y viuda no necesita trabajar, puede ganarse la vida con sus encantos”. ¡Ay Vasconcelos, no sabes la que te espera por misógino!!!.
Consuelo insiste en una segunda entrevista y Vasconcelos por andar de hablador, se traga sus palabras, no le da el empleo, pero le ayuda a estudiar Derecho, se enamora de ella y tienen un romance de esos con notas de mil colores. La lleva a París y conoce al prosista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien en su tiempo era considerado el más exitoso escritor latinoamericano, error de Vasconcelos de haberla llevado, pues Consuelo lo abandona y se casa con Gómez Carrillo. ¡Viva nos salió la muchachita! De hecho, Vasconcelos le dedica varias páginas en sus memorias y dice que ese romance con el príncipe de los cronistas es debido a la vocación puteril de su amada, nótese que no andaba para nada “molesto”.
Otra vez vuelve a quedar viuda, pero ahora con mucho dinero. Así que bonita, joven, viuda y con mucho dinero, viaja a Buenos Aires a liquidar las propiedades de su difunto marido y ahí conoce a Antoine de Saint Exupery. Lo de ellos fue amor a primera vista. La invita a volar y ahí suceden una serie de incidentes, pero Consuelo siempre manteniendo a raya al huidizo de Antoine (“creo que ella me ha domesticado” ¿os suena?). Se casan en contra de la voluntad de la familia del escritor, era odiada por la sociedad francesa por el hecho de ser extranjera venida de “quién sabe dónde”, no le perdonaban que una mujer viuda y de origen indígena se ganara el corazón del escritor más famoso de Francia.
La familia Saint Exupery era terriblemente antisemita y para ellos ese matrimonio era peor que casarse con una judía. La única defensora de Consuelo fue su suegra, y según sus propias palabras: “si su hijo la amaba, ella la amaba”.
Consuelo y Antoine vivieron 13 años de matrimonio intenso, él con sus frecuentes viajes, el gusto por la vida bohemia y sus múltiples infidelidades (“Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo”, ¿os vuelve a sonar?). Según palabras de ella, ser la esposa de un piloto fue un suplicio, ser la de un escritor un verdadero martirio. A pesar de sus peleas siempre estaban al pendiente uno del otro, ella era asmática así como la rosa que tosía y el principito la tenía en un biombo para que no le pasara nada.
La sociedad francesa trató de no relacionar su nombre con el escritor y le propinaron tremendos desaires, y hasta hace pocos años no reconocieron que sin su influencia El Principito no se habría escrito. Escribir sobre esta mujer sería dedicarle páginas enteras, pero por lo pronto hoy me quedo con que he conocido la identidad de La Rosa…

Photo by Iván Erre Jota