“Sueños”
¡Quizás fue verdad, o lo soñó!
Era la pregunta que repetía sin cesar mientras nadaba sin tregua.
Los rayos del sol que iban en recogida lo dibujaron más bello de lo que era.
Dentro de una barcaza sobre las aguas mansas.
Cuando llegó a su lado, unas manos finísimas, junto con una sonrisa amplia lo rescató.
Las mismas manos recorrieron su cuerpo, un aliento fresco, secó, poco a poco su cuerpo húmedo.
No hubo relojes a los que mirar, y entre dos luces se entregaron sin tregua.
La luna menguante bajó casi hasta acariciarlos, y les tendió un finísimo velo a dos cuerpos dormidos y desnudos.
Y después revoleó su falda de lunares y subió alto.
Pero el sabor salado se coló por la nariz de aquel náufrago, abrió los ojos y solo vio la niebla que cubría el horizonte, sintió escalofríos y las lágrimas las saboreó una por una.
Un punto iluminado sus ojos vieron, empezó a bracear para llegar y buscar la barcaza.
Pero donde llegó fue a la orilla de la cama, como cada vez que tenía aquel sueño.
Candela se queda dormida, acurrucada al calor de la leña al quemarse.
Era un relato conmovedor, el que aquel hombre de sonrisa apagada le contó.
Y sumida en los brazos de Morfeo se durmió, unos labios carnosos se posan en los suyos en un beso largo e intenso.
Cuando abre los ojos él, la lleva cogida a la cama que comparten…