• ¿Cómo te has atrevido, maldito cobarde, a avergonzar así a todo un pueblo, poniendo con tus actos la deshonra sobre los hombros de todos sus habitantes?

  • ¿Tú que dices de deshonra? Deshonrado estaría yo si permitiera que mi mujer hiciera lo que le diese la gana. Es mi mujer y como tal me debe obediencia.

  • No voy a usar contra ti la misma violencia que demuestras, aunque ganas no me faltan, porque veo que eres un pobre inculto. Pero sí que te voy a enseñar algo que tú ignoras, aun siendo hijo de este pueblo de Bailén, orgullo de toda la provincia de Jaén.

Cuando se forma parte de la historia con mayúsculas, se tiene una responsabilidad con los antepasados, y hay que saber comportarse como lo hicieron ellos. Con una historia como la nuestra, no pueden surgir en nuestro pueblo ni cobardes ni maltratadores, porque eso sería un insulto para todos.

Ven, observa este escudo del pueblo que estás avergonzando y dime que ves en él.

-Yo sólo veo un escudo que habrán hecho los políticos; no sé qué tiene que ver con los asuntos que yo tenga con mi mujer.

-Pues te lo voy a explicar para que seas tú el que se avergüence.

Mira, a la derecha aparecen dos sables unidos por una cinta, y al final de ella un águila boca abajo atrapada por sus garras. Sobre los sables una corona de laurel y una cinta con la leyenda: Bailén, 19 de julio de 1808.

Esto, debes tenerlo claro, hace referencia a la famosa batalla, la primera que perdieron los franceses en campo abierto, representados por el águila.

Y a la izquierda, ¿Qué ves?

-Un cántaro roto, que imagino que alude a la cerámica que hacemos aquí desde hace tanto tiempo.

-Pues no. Hace referencia al valor de tu mujer. Si, al de todas las mujeres. Y te lo explico:

Ese día de la batalla se alcanzaron aquí, como puedes imaginar, altísimas temperaturas, y tanto los franceses como los españoles sufrían por la sed. Pero nosotros teníamos a las mujeres, que, aunque no combatieron directamente, si se dieron cuenta del problema de la falta de agua entre las tropas.

Un gran número de ellas decidieron, mostrando gran valor, socorrer a nuestros soldados cruzando el campo de batalla para llevarles agua, a pesar del peligro de las balas francesas. No te extrañe que un acto así ayude a cambiar el signo de una batalla.

Según cuentan, una tal María Bellido llevaba un cántaro de agua al general Teodoro Redding, jefe de las tropas españolas, cuando una bala rozó el cuerpo de María y fue a dar en el cántaro, abriendo en él un boquete por el que se perdió el agua de su interior.

María lo miró consternada, ya que era mucha la necesidad que de esa agua tenía el militar, y la muchacha vio que a pesar del orifico de bala aún quedaba agua en su interior, con la que el general pudo saciar su sed. Ese es el cántaro que ves en tu escudo, que homenajea así a todas las valientes mujeres de Bailén, por su colaboración en la victoria.

Tú, como todos los hombres del mundo, y aún más los de Bailén, no podemos olvidar esta historia, y menospreciar u ofender a ninguna mujer de cualquier manera, pues probablemente muchos de nosotros vivamos gracias al valor que demostraron.

Ahora ve a casa y pide perdón a tu mujer, que, como todas sus antepasadas de 1808, es más valiente que tú.

Autor, Antonio Miralles