NO TE OLVIDO.

Toqué tu dócil frente, de amarillo pajizo,
y vi tu cuerpo lívido, tan frágil, fugitivo,
que sentí con más fuerza, tu adiós definitivo;
el mundo en mi cabeza en trozos se deshizo.

Qué triste aquella tarde, doliente que no olvido;
con tu mirada fija, esperando el retiro,
y se apagó tu voz, con un simple suspiro,
suplicando un milagro, que no fue concedido.

El fin inexorable llegó sin percibirlo;
mi corazón llevaste, a tu final destino,
y te puse una rosa de pétalos rojizos.

La coloqué en la tumba tratando de asumirlo,
¡pero fue muy difícil, continuar el camino!
Me acosan los recuerdos, me sumen en hechizos.

© Gregorio Tienda Delgado.