¡Pobre de ti, señor de la triste figura!
el de pensamientos extraños
el que de tanta lectura
opinan, los más zopencos
que el cerebro se te secó
adueñándose de ti la locura
que ya no hay juicio alguno
en tu mente entumecida.
Señor de convencida utopía
el de mirada limpia y sincera
aquel que por íntegro corazón
luchaba con mil gigantes
con tal de defender a muerte
una causa o a una dama
señor de desprestigiada fama
¡buena falta hoy nos hicieras!
Y es que, caballero de flaca silueta
volvióse vinagre el vino en las botas
los alcaides en zorros se convirtieron
y al vulgo solo pan de sobras dan
mientras ellos guardan sus sacas
bien repletas, en la casa del vecino
por aparentar pobreza, mientras
el pueblo pasa verdadera hambruna.
¡Ay de nosotros, caballero andante!
¡cuánto de tu locura precisamos!
los molinos, por mil se multiplicaron
mil narices fisgonas habría en torno a ti
y mil ojos, extrañados, te verían
como bicho raro, como mero demente
más si habría una Dulcinea enamorada
que apreciaría tu nobleza excelente.
©Isamar Cabeza