¿Te vienes conmigo a la cama? me preguntaste un día en broma. 

    Yo quise contestar que sí, que quería dormir contigo, pero en el sentido más puro que te puedas imaginar. Quise decir que sí, que quiero dormir contigo, acurrucarme a tu lado. Quiero que por las noches eches tu mano protectora sobre mi cuerpo. Quiero que veles mi sueño y me dejes velar el tuyo. Quiero despertar a tu lado, quiero que me prepares el café mientras yo hago las tostadas. Quise contestar que sí, que quería acostarme junto a ti en la cama, en un sofá o en el suelo mirando las estrellas. Quise contestar que a tu lado cualquier sitio me parecería un palacio. Quise contestar que contigo las horas se hacían minutos y sin ti infinitas. Quise contestar que iría contigo no solo a la cama, iría contigo al fin del mundo si me lo pidieras. Quise decirte que me hubiese gustado que te aprendieras el mapa de mi piel, que yo el tuyo me lo sé de memoria. Quise decirte que cada noche te invento. Quise decirte que me invento la vida contigo. Quise decirte que quiero amanecer cada mañana con una sonrisa en la cara. Quise decirte que quiero volar con el coche cantando nuestra canción. Quise decirte que quiero reír sin motivo, o que el motivo seas tú. Quise decirte que padezco una grave enfermedad, que padezco insomnio y que solo se cura durmiendo contigo. Quise decirte tantas cosas. Quise decirte que quería ver la lluvia desde la cama golpear los cristales en otoño y la nieve en invierno. Debí decirte tantas cosas. Pero no dije nada, me mordí la lengua como cada vez que nos vemos y bromeas con lo mismo. Debí decirte que para mí no es un juego. Debí decirte que ya me había ido a la cama contigo, que en la vida que me había inventado estás donde te quiero y te aseguro que eso no es un invento.