Ya muere la madrugada de la Nochevieja. Cuando el jolgorio pase, quedarán rescoldos de juerga callejera. La euforia será un eco cada vez más lejano y algunos fuegos artificiales tardíos dibujarán brillos en la noche. El gruñir de motores, y el canturreo de jóvenes ebrios apurando las últimas oportunidades, perderán la guerra contra el manto oscuro de sueño y silencio, que irá apagando las risas a pocas horas del amanecer.
Pensaré en ti.
Querré pensarte sin nostalgia. Mirar hacia el presente que está a punto de llegar. Quiero dominar los acontecimientos. Moldear los siguientes eventos. Ahuecarlos. Mullirlos para ti, por si quieres permitir que tu nuca repose en ellos un poco, o quizás algo más. Para que podamos jugar y reir sobre una cama que tú sabrás decorar con sonrisas, con el color de tus ojos y con el calor de tus lomos. Querer algo con desesperación, es como rezar con los puños cerrados. Así de intenso es el deseo de que mis hechos labren el tiempo y el mar. O labrarte a ti mientras arañas las sábanas. Te dedicaré mi esfuerzo y mis recaídas, a ti, si nada exiges ni reprochas. Por ti que me tolerarías todo, y que todo lo comprendes, siento que te debo algo y que disfruto con mi ofrenda.
No vuelven solos de nuevo nuestros días. Te los voy a traer yo.
¡Hermoso texto poético Enrique! Una oda a una compañera de fierro.
Me gustaron de tu biografía las ideas de “la madera del árbol que nunca existió” y “viaje…al centro de la Tierra”
Muchas gracias, amigo Oswaldo. Esa madera es mi obsesión. Tiene mucho sentido para mí.