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Le demostraba su amor dándole azotes  en las nalgas y a ella le gustaba mucho esas muestras de cariño.

Ya desde pequeño era y se sentía diferente. Sus juegos y aficiones diferían bastante del resto de sus amigos. Pronto se dio cuenta que sus gustos no era bien recibidos por la mayoría y que debería guardarlos para su vida más íntima. Mientras los demás niños de su época veían películas de Walt Disney, él se pasaba las tardes de novillos en el cine viendo las de Pasolini.

Pero eso ella todavía no lo sabía. Se conocieron casi por casualidad. Les tocó sentarse juntos en la mesa durante una reunión de trabajo. No se había fijado en él durante el congreso porque la belleza no era parte de su patrimonio. Fue cuando empezaron a conversar que se percató de que era particular. Hasta esa noche su vida era de lo más normal: casada con dos hijos y un trabajo que le llenaba lo suficiente. Una vida conyugal estable, tanto que se podría decir que aburrida. El desconocido parecía un hombre inteligente de conversación fluida y de lo más interesante, pero para nada convencional. No sabía por qué, pero le atraía de forma irracional. No se dio cuenta que ya la había introducido en su misterioso universo. Y ella consintió. Fue la primera vez.

Mientras la tenía sujetada en una cruz con forma de aspa, se deleitaba mirándola. Muchas veces le hacía fotos y grababa videos. En futuras ocasiones su visionado formaría parte del preámbulo de otra sesión … Entre azote y azote, que ella recibía excitadísima, le decía lo mucho que la quería y  soltaba todo tipo de groserías que todavía la enardecía más y aumentaba el deseo de ser poseída plenamente. Podían pasar muchísimas horas encerrados en la habitación que estaba especialmente preparada para poner en práctica sus más oscuras pasiones. Cuando salían de viaje, él acostumbraba a llevar una maleta grande con todas las herramientas y utensilios para sus juegos sexuales. Éstos estaban hechos con formas precisas y perfectas, como realizados por extrusión.

La besaba en la nuca con dulzura, la misma que utilizaba para ponerle la crema con que pretendía mitigar los latigazos y palazos de sus posaderas. Ella lo miraba con devoción, esa que tiene la sumisa cuando está totalmente satisfecha y enamorada.