— ¡Papá, papá, tengo miedo! – Por tercer día consecutivo mi hija se despertaba sobresaltada.
— Calma princesa, el monstruo ya no te hará daño.
Y en mi mente resonaban los tres disparos que le di al hombre que le robó su inocencia, tres, y hubieran sido treinta de no haber llegado la policía.
Mi pequeña, cinco años después revive una y otra vez aquella fatídica noche.