Corazón a la intemperie urdiendo versos
ante la urgente luz de las palabras.
Las sombras son abrojos y voces secas.
Relámpago que necesito imprescindible
sin promesa póstuma al latido que nace,
sólo el verso que se amarra a tu imagen.
Y la intención respira para que fluya vida.

Me acostumbré a la soledad sin quebrantos,
a la plenitud del viaje íntimo y urgente,
al dulce equilibrio de lo elemental,
lejos de las perspectivas y las formas,
sólo la envoltura del instinto natural
que acicatea al alma para que cuaje tibia,
entre utopías que arden sin alboroto.
Sosiego del numen que fertiliza la creación
y el semblante anuncia el nacimiento del poema.

Amanece la vida inundando mis vallados.
El universo despierta cuando siento tus brazos
que se aferran a mis sueños.
Se aviva la posibilidad de la marea.
Y sus influjos recobran el vaivén de la brisa
que se instala en el aliento que se agita,
y celebra la unión de alas en íntimo vuelo,
que reducen el cosmos a un orgasmo.
Y reconquistan la ternura.

Hay urdimbres que tejen luces y utopías.
La esperanza agazapada busca resquicio en la desolación.
Se empeñan los sueños en renacer entre despojos,
los agravios se inflaman como fuego al viento,
torpes y ególatras se afincaron en la senda de la razón,
intrusos profanaron la claridad de los principios
y salvajemente invadieron la llanura de la luz.
Las palabras dolidas se lamen las heridas,
plantan árboles en los llanos yermos,
señalan sendas con rumbo claro
y exhalan suspiros que limpian el aire
de nubes turbias y asideros amargos,
para que resurja la verdad con un dejo de poesía
y un ineludible destello que irradia tu ser
con el que pueblas la vida de luz.

Germina la memoria cuando te nombro.
Y se puebla de hojas el verso que recreo,
las ramas del árbol de mi sangre se agitan
mientras las raíces se aferran al tacto de tu suelo,
cultivo la letra que te intuye cercana
y reclama tu savia.
Novia del beso, esposa de mi piel, lluvia del deseo,
tabla del diluvio, cuenco donde abrevo.
Brota la vida que propaga sueños,
cuando renaces en la marea y en el viento
de mis mares sin sosiego ni reguardo,
la lluvia viene con aliento sediento,
la tempestad se templa y se nubla el habla
cuando no estás, cuando me faltas.