No creo en la astrología, ni en el esoterismo, ni en nada de eso. Es más, esos temas me dan bastante risa. Pero la hija de puta de mi compañera de trabajo se pasa todo el santo día hablando de lo mismo: que si el karma, el tarot, las líneas de la mano y de otras cosas por el estilo. Día tras día, una y otra vez, siempre acaba hablando de lo mismo. «¿Tu eras géminis, verdad?» me pregunta todas las mañanas ¡Como si no lo supiera ya! Llevo dos años, tres meses y seis días respondiendo a lo mismo. Hoy me viene con una estampita de San Antonio. «¡A ver si te sale novio! que desde hace año y medio no te conozco pareja» me dispara la frase con esa cara de rancia. ¿Por qué le importará tanto mi vida sexual? Y lo que no es sexual, que se quiere enterar de todo. No para de acribillarme a preguntas.
Así que, al salir del trabajo y de camino a casa, detuve el coche al ver una de esas tiendas… «El Rincón Esotérico» creo recordar que se llamaba. «A ver si le encuentro algo para gastarle una bromita y me deja tranquila de una puñetera vez» pensé.
Valiente lugar más cutre. Espantoso, daba vergüenza entrar. Lleno de gilipolleces: piedras, colgantes, hierbas, ¡hasta fregasuelos! Eso sí, todo era mágico; desde las piedras, hasta los fregasuelos.
Aparece la dependienta. Alta, delgada, con una túnica blanca bordada en hilo de plata y con una gran cantidad de collares largos de cuentas de diversos colores alrededor del cuello. Tenía el pelo largo, ondulado, pero con la misma cara de Carmen, mi compañera, igual de apagada, demacrada y amargada.
—Veo tu aura un poco oscura —me habla, con una voz lánguida y pausada.
—Sí, bueno, es que llevo algunos días en los que parece que algo me oprime, no se… algo extraño. —No sabía que coño inventarme.
—Tienes que ahuyentar las tinieblas que hay sobre ti. Para estos casos yo te recomendaría que hicieras el ritual de las velas negras —me dice mientras se gira dejándome a solas y con la palabra en la boca, caminando y perdiéndose en un pequeño almacén contiguo.
—Como la bruja Lola —dije en voz baja y en tono jocoso.
—¡No, como esa no! Esa es una farsante que denigra nuestra profesión —grita mientras asoma su cabeza entre la cortina de hilos de cristales multicolores que separa la trastienda.
«Joder con la brujita» pensé.
—Pensar tampoco vale —me aclara, al ponerse de nuevo en el mostrador frente a mí, sigilosa y rápida como una alimaña. Me quedé sin palabras, muda. Me miró y arqueó su boca en una extraña mueca, sonriendo de oreja a oreja. Nunca antes había visto una sonrisa así.
—Dentro de esta caja tiene todo lo necesario para tu propósito —comentó mientras dejaba caer una pequeña caja sobre el cristal del mostrador—. Además, llevas una piedra de cuarzo hiliano mágico para reactivar la energía interna que brota de tu corazón. Sólo funciona si es regalado. Así que éste, no te lo cobro.
Rebusqué en el bolso y saqué la tarjeta de crédito. Ni pregunté cuanto era, seguía sin poder articular palabra y sólo pensaba en abandonar ese lugar. Firmé rápido.
Salí de la tienda y entré rápidamente en el coche, que vergüenza si alguien me viera salir de aquel local.
—¡Ciento doce euros! —grité. Me quedé unos segundos pensativa, arranqué y continué el trayecto a casa.
Nada más llegar, abrí la caja. Todo bien envuelto, con sus plastiquitos de burbujitas para entretenerme después. Saqué el contenido e hice el recuento de lo había y conocer en qué había malgastado mi dinero: dos velones negros (velón ponía en el listado, yo diría más bien velita), un pequeño frasco de quince mililitros de aceite de sándalo, una bolsita de veinticinco gramos de sal amarilla, y un manual de sesenta y ocho páginas. Ya tenía un plan cojonudo para la noche; era eso o Salvame Deluxe (no sé qué es peor). Lo dejé todo sobre la mesa, cené algo rápido en la cocina, programé la alarma veinte minutos antes que de costumbre y me tumbé en la cama a leer el librito.
Me desperté con el libro sobre el vientre y me levanté rápido para ir al trabajo para prepararlo todo. Ya en el curro y con el manual abierto porque no recordaba nada de lo poco que había leído, comencé el ritual. Con el aceite realicé cuatro marcas a cada vela; agua, fuego, aire y tierra en una; norte, sur, este y oeste en la otra. Puse las velas dentro de dos cubiletes para que nadie las viera, el cristal de cuarzo lo guardé dentro del cajón de mi mesa de trabajo. Vertí la sal alrededor de los cubiletes, encendí las velas y recité el conjuro. Ya solo quedaba esperar unos minutos. Me la imagino y me da la risa.
Son ya las ocho menos veinte, y ésta que no viene. La corta espera se hace eterna. Ahora me entran remordimientos. No se si debería preocuparme.
Aparece Ramón, el segurata, el joío es más lindo. Pero eso sí, algo le falta. Además de la prensa nos trae el café, los bocatas y casi todo lo que le pidamos.
—A Carmen se la han llevado a la mutua —me dice mientras me deja la prensa sobre el teclado y muerde el bocadillo de chorizo.
—¿Coño? ¿Qué ha pasado?
—Al aparcar, uno que le ha dado por detrás, pero está bien, parece que no es nada grave, aunque le han puesto un collarín —prosigue, hablando y masticando, así que aparto la mirada. La visión del chorizo entre sus dientes no es muy agradable.
«Será culpa mía. No se que pensar, voy a leer mi horóscopo por si me aclara algo».

GEMINIS: Olvida los problemas, deja atrás toda sensación de malestar emocional y sal a divertirte con tus amigos. El pasado es ayer, hoy debes afrontar tu vida con una nueva actitud positiva.