En los abruptos confines de la nada
el día ciego niega las estrellas,
se congelan las horas fatigadas
en una espiral de deseo por tu huella.
Chocan granitos, espesos de lava
en un corazón yermo y grave,
(sobre)viviré entre estallidos de sangre
convocando la vida que se acaba
Hilos ralos invisibles y en faena
enhebran el consuelo de la pena
que se ensancha en el cielo espeso
Sombras, rayos, vértigos y musas
poblarán la página inconclusa
abatida en el letargo sin tus besos.
¡Cuanto hacía que no leía un soneto! (Nuevo quiero decir). Me gustó. Y compartimos la admiración por Don Mario.