Si me concedieras una íntima voluntad…

Son tan ínfimas las palabras
cuando no nacen íntimas.
Y no comunican que tu gracia
es mi doctrina y mi gramática.

Son tan dependientes y vacías
cuando se pretenden autónomas,
aisladas de tus signos. Y anónimas,
no comunican ni transmiten su valía.

Que bella sería una charla secreta
con la intimidad de tu cuerpo.
Y reconocer que es mi voz dilecta.

Ascensión del silencio al credo,
proclama de la noche inédita,
apuesta por destierro del miedo.