De nuevo esta manía de sembrar versos
en páginas desiertas y somnolientas;
soledades sin cura que atajan la cordura,
abrojos del insomnio que rescata mis alertas
colmadas de ecos prójimos que me pueblan.
Esta manía implacable me dejará los huesos rasos.
Otra vez esta costumbre de confiscar amaneceres
mucho antes de que el alba grite sus intenciones,
despierten los pájaros con la algarabía de su canto,
y los gallos se oigan hasta el último de los rincones.
Esta posesión de incomprendidos placeres vagos,
me dejará en comunión, un canto entre los labios.
Voy y vengo de tu sueño a mis ocasos,
ya no ato ni desato cascabeles a tu gato,
se pueblan los tejados de maullidos y alegatos,
una musa desvelada se hace nudo con mis brazos,
habrá que renovar la esperanza en su regazo.
Esta búsqueda inevitable de un verso sin resabios.
Me acreciento entre tus cumbres y tus llanos,
no te atan a una cama unos nudos mojigatos.
Una luna impura me desvela con su encanto,
se colma el viento de gemidos sin descanso,
habrá que biengastar la alevosía entre sus labios…
Y esta colección impía de orgasmos sin recato.
Y una vez más esta pluma torva con su letargo
se empecina en hurgar al desván del horizonte,
una ventana generosa bebe sueños a tragos,
labios que se unen y llueve, mis rayos, tus montes,
un tesoro de placeres mudos y su recuento zafio.
Esta bendición me hará desear una caricia de epitafio.