El mundo y lo que habita en él perdió su sentido ese día.

Los semáforos ya no eran rojos o verdes,

Eran paradas a tiempo para un beso,

Un robo de palabras, y estas puestas en tu boca,

Pero erguidas también en mi pecho, acunándome.

 

Fue como el disimulo de las últimas olas a media noche,

Cuando la marea está tan calmada,

Que hasta se escucha el sueño de los peces.

Desapareció la arena, y nos sumergimos en no se sabe dónde.

 

Así de simple, y lo complicado que resultó al final.

Se me olvidó recordar en ese momento

Que la marea casi nunca está calmada,

Que cuando me perdí en tus ojos no recordé nada.

 

Olvidé lo real, sin medida ni control,

y solo estábamos nosotros, la luna, el aire…

un tipo de naturaleza no muerta de esas que solo pintan los mejores pintores.