Y tal como siempre me digo, de principio a principio y nunca tener que empezar. Eludir los finales por miedo o por ni siquiera preocuparse por ellos, amenizar con saltos el viaje, caídas en el océano y golpes de ola a media noche. Esto es lo que me llevo de mi antigua vida, el poder crear nueva espuma bajo los pies, hoy el mar gruñe diferente.

Hoy se ha abierto una trampilla en el mar y lo he convertido en el rincón al que vaya a partir de ahora para leer a la luz de alguna caracola, justo cuando toque la hora gris, cuando no es de noche ni es de día. La noches desde ahora ya no duelen y mi carrusel de sensaciones se ha tomado vacaciones, aunque echo de menos unos ojos lanzando rayos a los míos creo que me tomaré un tiempo resolviendo acertijos, abriendo cofres, bailando con piratas, soñar en tener cola en lugar de recoger la toalla y querer ir a casa.

He descubierto un trampolín que me lanza hacia otros horizontes y navego así, medio a oscuras, con un catalejo un poco estropeado que solo me enseña aquello que no conozco porque sabe donde no quiero volver. No tengo mapa, no tengo nada, equipaje que soy yo misma y un par de cuentos que siempre me recuerdan a una vida pasada en la que soñaba como todos y luego no me acordaba. Hoy formo parte de un sueño, y mientras tu estás despierto y vives una vida u otra, yo debo estar dormida, pero déjame decirte que hago lo que me viene en gana; corro, salto, vuelo y no me importa nada. He creado un mundo a parte, una entelequia, un lugar donde reposar mi existencia y ya volveré cuando cobre fuerzas.

No me busquéis porque no me encontraréis, os deseo una  buena vida y yo, mientras tanto, me quedo en mi edén, unas leguas más allá de cualquier costa, de mar en mar, acostándome en diferentes arenas pero sin querer tomar tierra por siempre. Esa trampilla en el mar me sedujo desde el primer momento y hoy escribo desde aquí, me he acostumbrado a la sal y ni tan solo tengo sed, aireo mi pelo por la superficie de vez en cuando, algún faro me deja algo desorientada, pero sé que mi lugar está aquí abajo. Vivo donde los océanos lloran en dirección al cielo como dijo una vieja canción de la cual apenas ya me acuerdo.