Desde el momento en que don Sátrapa Régulo fue proclamado comandatario supremo de Happimun, todo cambió, desde el mismo instante de su proclamación empezó a dar órdenes, “quería un país acorde con su nombre y pensaba lograrlo”, les comunicó a los habitantes desde el púlpito del cabildo cupular.

—¡Queridos habitantes de Happimun!, desde este momento proclamo la felicidad de todo el mundo—empezó su discurso.

A medida que Sátrapa hablaba los humanoides decían a los presentes, todos los que cabían en la enorme plaza cupular y que habían sido escogidos por riguroso orden, cuando aplaudir y cuando vitorear, en ese mundo nadie obraba por su cuenta, siempre había que estar pendiente de lo que tocaba en cada ocasión.
Los asistentes, por obligación, como todo en el país, tenían que ser felices, se habían erradicado las enfermedades, los habitantes no tenían que trabajar, todo estaba robotizado, pero la gente no era feliz, pensaban que con el cambio de presidente las cosas cambiarían. El problema estaba que era sumamente difícil hacer algo por cuenta propia, las moradas tipo panal de abeja no dejaban mucho a la improvisación, menos aún cuando ni siquiera había que salir al jardín a regar las plantas ya que el riego estaba calculado por la temperatura, humedad y horas de luz que también estaban reguladas ya que el sol que lucía por supuesto era un sol artificial, era un mundo en el que todo eran sombras, los happimunenses no tenían nada que hacer en todo el día, tan solo aburrirse y se les notaba en la cara. Y eso precisamente era lo que no podía soportar el comandatario supremo.

Así que don Sátrapa ordenó que todo el mundo fuese feliz. Decretó de inmediato el tipo de alimentos que se debían comer en los hogares, “para que todo fuese perfecto”, dijo, todo el mundo comería lo mismo, vestiría de igual modo, también dictaminó la hora en que cada uno debía ir obligatoriamente al gimnasio o a dar un paseo. Los autos estaban programados para llevarlos a un sitio diferente cada día de la semana. Los asistentes humanoides se encargaban de hacer los informes sobre el comportamiento de los habitantes de cada celda, así se llamaban las amplias viviendas, cuatro personas en cada una, aunque las mujeres ya ni siquiera tenían que parir, todo era in Vitro, ya que el sufrimiento también estaba prohibido.

Sátrapa se había empeñado en que la estructura de familia se semejase a la de unos documentales que había encontrado en un desván olvidado, habían excavado un montículo y debajo había una especie de bunker , en realidad un bloque de pisos del siglo XX con objetos antiguos, de hacía cientos de años, las imágenes guardadas le parecieron tan divertidas que quería que todo el mundo viviese lo que allí se hacía, de ahí que todos debían sonreír por obligación, en las imágenes se veía a hombres y mujeres en jardines jugando con niños que decían llamarse hermanos. En el mundo actual los hijos eran designados por el programa, en cuanto las personas llegaban a una madurez se les otorgaba una vivienda y dos criaturas, niño y niña, pero Sátrapa no estaba satisfecho, no veía en los ojos de sus súbditos el brillo que se apreciaba en los de las películas que celosamente guardaba bajo siete llaves, ya que había prohibido todo contacto con el arcaico pasado.

Con lo que don Sátrapa no contaba era con que Extraño, un personaje al que todos llamaban loco porque no acataba las normas y predicaba en contra del régimen, tuviese un escuchante, y no uno cualquiera, era el hijo natural de Sátrapa, porque aunque todos los habitantes eran creados por el centro de vientres de Happimun, él quiso probar qué era aquello de hacer el amor que había visto en aquellas cosas que los antiguos llamaban películas, le había gustado tanto que todos los días durante unos meses mantuvo relaciones con su compañera, y esta quedó embarazada a la antigua usanza, aunque se mantuvo en secreto y se desprogramó a los humanoides para  que no pudiesen hablar del tema.

Savage, el hijo de Sátrapa siempre iba tras Extraño, por mucho que este le dijese que no debía, estaba en plena adolescencia y era insumiso, pero al ser hijo de quien era no acataba órdenes y nadie osaba hacérselas cumplir.

Nadie sabía a ciencia cierta de dónde había salido Extraño, apareció un día envuelto en sedas y se instaló en una celda desabitada, las autoridades pensaron que era un engendro que hubiesen desterrado de Warsmun la galaxia enemiga, pero nadie le pudo sacar una palabra de su procedencia, al final lo tomaron por loco, pero el loco había sido enviado por el ser supremo de toda supremacía para devolver la auténtica felicidad al arcaico mundo conocido por los antiguos como Planeta Azul.

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