Cuentan que en tierras remotas vivió un poeta
que dejó una herencia anónima y anímica,
a un insolente, aprendiz de versos al vuelo.
Incesante como el rayo siguió su derrotero,
donde la palabra irremplazable y endémica
se desgarraba contra todos por su fuero.
Escogió de abrevadero cuencos sedientos,
cambió su locura por versos rebelados en duelo.
Y reclamó persistente; el barro como herencia.
En combate invocado, las musas en verbena
lucen antifaces, luces fugaces. Y Miguel en vena…
Reclamado, y justo; en potestad por su Orihuela.
El barro noble, dispuesto, y solidario como su huella
puebla mi verso que humilde se rebela…

Me llamo barro, aunque Rubén me llame.
Porque hace tiempo a un Dios sereno y compadecido
le bastó un puño de polvo y lágrimas para forjarme
porque cada huella y cada guijarro del camino
me reconocen y saben preciso como llamarme.

Me llamo barro, barro digno…Aunque Rubén me llame.
Porque soy ribera del río que el agua lame,
arcilla y limo, fondo y orilla de un gran cauce,
porque lo sabe el capiro, el fresno y el pino,
cuando respiro por el camino su trozo de aire.

Rondo el barrio cuando la lluvia lava la tarde,
ruedo como carreta. Sin antifaces, dueño de nadie,
hago veredas entre las piedras y por las calles
porque soy sendero abierto a fuerza de pase,
vivo a pie del cerro, cultivo sobre los valles.

Me llamo barro, barro cansino…Aunque Rubén me llame.
Lo sabe el encino, el álamo y el huanacaxtle
que busco tálamo bajo su sino de fuerte talle.
Y nutro sus ramas, tronco y raíces ¡para aferrarme!
como vecino del humus que busca nombre para nombrarme.

Me llamo barro, barro humilde…Aunque Rubén me llame.
Porque lo sabe el olmo, el cedro y la ceiba grande
que beben mi savia sin odio, ¡hasta embriagarse!
sedientos de cantar al viento su música suave
y parir al cielo sin aspavientos nubes amables.

Lo sabe el sauce llorón, por las orillas del Río Guasave.
donde abreva el gorrión, la pichihuila y el toro fuerte,
en los humedales negros me reconoce el lagarto grave,
saben mi nombre; la tierra en parto, el corazón inerte,
la ciudad altiva, el trigo maduro, los maizales y los agaves.

Me llamo barro, barro honesto…Aunque Rubén me llame,
porque soy la hornilla de tierra, en la cocina de mi madre
Y el horno, donde la abuela cocía el pan de trigo por la tarde
lo llevo a lomo, como el sueño-abrigo que siempre arde,
porque el surco bruno reconoce mi sudor y mi sangre.

Me llamo barro, barro noble…Aunque Rubén me llame.
Porque tengo hermanos y tuve un maestro-padre
un poeta-rayo-canto y un cielo postigo para darte.
¡Porque tengo un suelo y un perro que me ladre!
Me llamo barro, barro amigo…Aunque Rubén me llame.

Me llamo barro, barro en duelo… Aunque Rubén me llame.
Te doy mi cielo, como bálsamo contra el dolor incesante,
que no alcanza para tanta vida; grave, transida y alarmante.
Dejo mi orilla como resguardo de náufragos trashumantes.
Me llamo barro, barro parco… Aunque Rubén me llame.

Me llamo barro, barro huérfano… Aunque Rubén me llame.
Porque ya no tengo sus versos ni su canto para aferrarme.
Soy polvo de tu guijarro que rueda por las páginas delirantes
Y en esta letra, de libre y sin antifaces, cambio de nombre.
Me llamo barro, barro infinito…Aunque Rubén me llame.

Padre Adán, que de tu arcilla venga la vida sencilla
que ingrávida ha de nombrarme…pleno, sin más alardes
doy mi costilla para que siga tu esencia en otros lugares,
lo sabe el cielo, cuando te rezo humilde, para que cantes.
Me llamo barro, ¡barro terco…Aunque Rubén me llame!.

(Con perdón y en homenaje a Miguel Hernández por su verso),
parte de la herencia anímica que me ha dejado.